La situación geográfica de nuestra comarca hizo necesario que esta se dotara, en tiempos del Al-Andalus, de un sistema defensivo propio, ya que se encuentra rodeada por El Temple, La Vega, Las Alpujarras y La Costa. Lo que nos da la oportunidad de encontrar, en algunas de sus alquerías, varios tipos de edificaciones como las atalayas, los castillos y las torres vigías.
Albuñuelas, conocida en la etapa musulmana como Al-bunyuelas (tierra de vinos), era una de las alquerías más grandes, ya que su extensión llegaba desde Los Güájares hasta Los Bermejales. Esta localidad contaba entre sus defensas con un castillo, del que apenas quedan vestigios, y sus vecinos cuando se refieren a él, lo hacen como ‘Las paredes de los moros’. Por otra parte sí llega hasta nuestros días su Torre vigía conocida como ‘La Torre del tío Bayo’. Considerada por los arqueólogos como una torre vinculada a una alquería murada de la época final de Al-Andalus, aunque pudo deber su origen a épocas anteriores a la nazarí y reconvertida más tarde en torre de alquería.
En el libro de repartimiento de Albuñuelas, en 1572, se pone de manifiesto que ya antes de la rebelión de las Alpujarras era hogar de Miguel de Bunyuelas, un morisco expulsado tras las revueltas. Era un punto de vigilancia y refugio de las defensas, como describen Jorge Durán Jiménez y Mayka Montes en los documentos de información turística del centro Guadalinfo de Albuñuelas.
Actualmente tenemos la suerte de poder contemplar la robustez de su aspecto exterior muy similar al de sus orígenes. A diferencia de su interior y cubierta, que debido a un uso continuado a lo largo del tiempo, ha sido sometida a diferentes obras que permitirían hacer de esta, unas veces como vivienda, otras como almacén e incluso como corral y caballerizas de la Guardia Civil, cuando había casa cuartel en el pueblo.
Al contrario que otras torres de alquería, que por lo general se ubicaban en un llano y en la periferia de la población, esta la encontramos en una ladera junto a un barranco e integrada en las viviendas del barrio alto. Hace esquina con las calles Molinos y Habana, y cuando la observamos de cerca, vemos que es de planta rectangular y una altura aproximada de 10 metros. Su obra de mampostería presenta sillares en las esquinas y fábrica de tapial en su parte alta, observándose en la misma algunas modificaciones, como los huecos nuevos abiertos para adaptarla a sus variados usos. Su interior permanece actualmente como un cubo vacío, que no conserva su antigua escalera para acceder a las plantas superiores. Siendo reconstruida su parte alta con obra de ladrillo, tras los daños que le ocasionó el sonado terremoto en el Valle en el año 1884.
Está inscrita en el registro general como Bien de Interés Cultural desde 1993. Lucía Moreno, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Albuñuelas, nos informa de la adquisición de la torre, a principios del S.XXI por el Ayuntamiento, y más tarde la vivienda colindante situada en su cara norte, que originariamente formaba parte del conjunto de la defensa, lo que permitirá recuperar la imagen completa de la unidad histórica. Con la intención de llevar a cabo una ambiciosa propuesta de actuación consistente en: un cambio de acceso a la Torre desde el patio adyacente, para recuperar su imagen defensiva; adaptación de la vivienda anexa y su patio interior como museo; así como, realizar una restauración completa, restableciendo su escalera interior, que daría la oportunidad de utilizar su cubierta como un privilegiado mirador.
Al saber que algunos vecinos cuando eran niños exploraban un túnel tipo galería que discurre bajo los huertos y viviendas aledañas, construido desde el talud de un barranco hasta la torre, despertó mi curiosidad por conocer dicho túnel. Manuel Castillo, más conocido como ‘Manuel el Melguizo’, propietario del huerto de la calle Habana que linda con el citado talud, me permite el acceso y se ofrece a acompañarme hasta el corte vertical que da vistas a los huertos del Charcón. Por la situación, se puede intuir que dicha entrada al túnel era a través de alguna vereda que le conducía hasta el río, al que los vecinos de Albuñuelas llaman Río Santo. Al parecer, era utilizado por los moradores de la Torre como acceso directo a su ribera, bien para recoger agua o camuflarse por su grieta de la pared, despistando al enemigo. Lo que nos hace pensar que, en otros tiempos, su cauce tuvo un nivel más elevado, si observamos la altura actual de la entrada, de no ser así sería imposible su uso.
Manuel se asoma al borde y me indica que ahí se ve, yo solo observo maleza, arbustos y a duras penas se adivina una oquedad. Me comenta que en otros tiempos él mantenía una vereda que daba paso hasta el pie de su propiedad y que se podía acceder a la puerta de la galería. Me decido a probar suerte, tronchando ramas de los arbustos para poder vislumbrar el posible camino y consigo llegar a una abertura circular excavada en la pared, que da paso a un espacio entre dos grandes piedras, por donde se penetra hasta dicho túnel, sin atreverme a proseguir mi exploración, ya que me advierte que posiblemente haya derrumbamientos que lo hacen peligroso.
Tras contemplar sus siembras y su magnífica hortaliza, subimos la calle Habana, para llegar a la Torre y me señala la casa contigua a la misma, explicándome sonriente, que allí vivió su abuelo Francisco Castillo y a modo de aclaración me indica, que como las viviendas antiguas tenían sus corrales al final de la casa, había que pasar con las bestias por algunas de sus dependencias para llegar a los mismos, lo que provocó que en una ocasión debido a la existencia del túnel bajo la casa, se derrumbó el suelo de la cocina cayendo la vaca al túnel, y al quedar encajada no había forma humana de sacarla.
Siguiendo la calle Molinos topamos con un precioso lavadero del S. XIX, supongo que por proximidad, le acompaña el mismo apelativo que a la Torre, “Lavaderos del Tío Bayo”. Se abastece por una acequia central de gran caudal, procedente de la Rambla, que da la posibilidad de dejar el paso del agua o cortarlo, según convenga para la colada. Presenta un paño de frotación corrido a cada lado y una cubierta de arcos. Sin duda, les sugiero visitarlos y si es en verano meter la mano en el agua, para recibir una caricia de frescura. Al visitar este pueblo me viene a la mente, como lo definía Juan Antonio Haro dentro del poema ‘El Valle de Lecrín’ de su libro ‘Más que agua’:
[…] <<Escalando las peñas, Albuñuelas,
monte de leña, vega de frutales,
parral sembrado al pie de sus aceras,
farmacia de remedios naturales>> .