De Madrid a Pinos del Valle ¿Cómo se cuenta esa historia?
Hay un componente de nomadismo y de andalucismo. Realmente me crié en Andalucía, luego mis padres se trasladaron a Madrid, parte de mi infancia, mi juventud, y mucha de mi vida profesional transcurrió allí, hasta que a los 27 años me trasladé a Córdoba. Desde allí fue como entré en contacto con este Valle, donde terminé comprando una casa hace 12 años y decidí que era mi sitio, hace ya 6 años.
Llegas y decides quedarte en el Valle de Lecrín ¿Cómo ha sido la relación desde entonces?
Desde el primer momento sentí la acogida de sus gentes. Empecé con mi pareja con un proyecto de comunicación audiovisual que por distintos avatares no llegó a despegar del todo, pero que sentó las bases para quedarnos definitivamente aquí. La relación con el valle ha sido dual, a veces me entra la vena inquieta que tengo y creo que aún faltan cosas por hacer, pero la mayoría creo que el que tiene que frenar soy yo. Mi relación con el Valle, como todas mis relaciones, tiene luz y oscuridad, no soy de esos que todo lo ven happy, paz y amor.
Como profesional de la imagen ¿Qué imagen se te ha quedado grabada en la retina?
He tenido la suerte de grabar y fotografiar todo tipo de producciones, viajar mucho y mezclarme con todo tipo de gente… al final, la naturaleza es lo que más me toca, y sobre todo el mar. Una de mis pasiones es el buceo, y muchas de las imágenes que me vienen son debajo del agua. He visto degradarse los litorales mediterráneos de una manera muy preocupante, pero aún me conecto conmigo cuando pillo las gafas y el tubo y buceo… y por supuesto imágenes con mi gente, toda la que está conectada conmigo… ahora hay millones de imágenes en cada teléfono, pero las que interesan no tienen porqué estar en ningún soporte, van con uno. Los que nos dedicamos a la imagen, aunque suene un poco pedante, creo que lo hacemos porque buscamos la que nunca encontraremos, somos buscadores, nada más.
¿Qué es lo que más valoras de esta zona?
La conexión con la naturaleza y lo rural, el hecho de que aún se sienta la tierra. Las grandes ciudades se han convertido en ecosistemas demasiado hostiles, sin apenas raíces… aquí aún pervive el ritmo de la naturaleza, los tiempos sin reloj, la esencia de lo salvaje de la que hablaban Jack London o Thoureau. En ocasiones puede resultar duro, pero es la vida expresándose y eso es de un valor infinito.
¿Cual es tu rincón favorito del valle?
Te podría decir que es difícil, porque son muchos, pero hay uno muy especial: la ermita del Cristo del Zapato, en Pinos del Valle… y más que la ermita en sí, es el camino, desde el Juncal hasta arriba, lo he hecho más de cien veces y cada una es una vida dentro de otra, cada trayecto es un viaje hacia el Valle y hacia adentro, es difícil de expresar… y cuando ves en 360º lo que allí se ve… sinceramente dudo mucho de si darle publicidad a esta ruta, los fines de semana pronto habrá que reservar, espero que el futuro del Valle pase por un turismo acorde a su capacidad y no se desmadre.
¿Qué sientes que has ganado en estos años?
Calma.
¿Sientes que este es tu hogar?
Al principio te decía que hay un nomadismo en mi vida. Ahora el Valle es mi hogar, mañana no lo sé, ya voy cumpliendo años y en cierto modo estoy echando raíces, pero mi hogar es la tierra, sin fronteras.
¿Cómo ves tu vida en el futuro más próximo?
No te lo puedo decir, se me agolpan miles de proyectos en la cabeza, pero ahora quiero la calma, así que de momento el futuro es el presente… si llega el momento de navegar, a navegar.