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Una familia originaria de La Alpujarra y dispersa acostumbra reunirse en Lloret de Mar el día del Pilar para no perder el contacto

La emigración de los años 50-60 del siglo pasado dispersó durante más de cinco décadas esta modesta y numerosa familia de Alcútar, anejo de Bérchules

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Cada año, por el Pilar, la gran familia Manzano, originaria de Alcútar, anejo del municipio alpujarreño de Bérchules,, municipio de La Alpujarra Alta, dispersada por muchos lugares celebra un encuentro en Lloret de Mar (Cataluña) al que acuden un gran número de familiares para no perder el contacto y mantenerse unida el día de la patrona de España. El año pasado, habrían celebrado el 20 aniversario, pero la prolongada y temida pandemia del coronavirus lo impidió, lo mismo ocurrirá este año.

Todo empezó cuando un grupo de familiares fueron a recibir al aeropuerto de Barcelona a unos primos que llegaban de Argentina para establecerse en Cataluña. Como la mayoría de los que acudieron a recibirles no los conocían, y sobre todo por ser una familia muy extensa, propusieron organizar un encuentro para volver a estrechar los lazos, que las circunstancias, mejor dicho las penurias económicas, consecuencia de un país, golpeado una y otra vez por su accidentada historia, habían resquebrajado dejando como única alternativa la emigración. Y así sucedió. El primer año, congregaron cerca de una sesentena de familiares. A partir de entonces, no han dejado de reunirse, alcanzando en alguna ocasión cerca de un centenar de parientes.

El motivo principal del encuentro, como se ha dicho, es reunir esta numerosa y dispersa familia para recordar sus orígenes que se remontan a sus abuelos, José Manzano y Teresa Díaz (1887-1969) naturales de Alcútar. Teresa, llamada cariñosamente por todos, Mamica, simboliza la unión, el reencuentro de esta familia, ya que cuando enviudó vio partir con gran dolor cada uno de sus hijos, quedándose a su cuidado su nieta Encarna. José y Teresa eran un humilde matrimonio que se dedicaba a cultivar la escasa tierra que poseía. Nacieron durante la última década del siglo XIX y tuvieron 8 hijos.

Estos, a principios de los años 50 del siglo pasado, puesto que la tierra era insuficiente para tantos hermanos, se vieron obligados a emigrar, como muchas familias andaluzas, en busca de un futuro mejor para ellos y para sus hijos. Los primeros que empezaron la larga diáspora encontraron trabajo en las centrales hidroeléctricas que se estaban construyendo en aquellos años en el Pirineo leridano. Algunos prefirieron emigrar allende las fronteras a países como Francia, Alemania o Argentina. Otros, la mayoría, ya en años posteriores, eligieron como destino también Cataluña. Cinco largas décadas después de este continuo éxodo, las familias empezaron poco a poco a retornar, como muchas otras familias emigrantes españolas, y se reencontraron en Cataluña, comenzando a restablecer aquellos lazos que con el paso del tiempo se habían ido diluyendo.

Como es obvio en estos concurridos encuentros se produce una espontánea mezcla de diferentes lenguas, acentos y costumbres que reflejan la diversa procedencia de cada una de las familias que conforman la gran familia Manzano. Así, al acento andaluz y argentino se entremezclan el catalán, el francés y, por nuevos parentescos, el italiano, aportando, como podemos imaginar, una gran riqueza a estas celebraciones. Riqueza que, en el mundo globalizado en que vivimos, cada día va en aumento, ya que las nuevas generaciones se emparentan con personas llegadas de los cinco continentes.

Cada celebración es motivo para rendir un sentido homenaje a los mayores, algunos ya fallecidos, pero que afortunadamente tuvieron la inmensa alegría de ver reunida de nuevo toda la familia. Ellos, los mayores, vivieron tiempos muy difíciles. Tuvieron que abandonar una tierra que los vio nacer y que, como es natural, amaban en lo más hondo de su corazón. Todo este sacrificio y desgarro lo hicieron, no cabe duda, con mucho dolor y resignación a fin de sacar cada familia adelante. Para los que eran niños cuando los separaron de su querida tierra o para los que ya no nacieron en ella, cada encuentro es una nueva ocasión para recordar o (re)descubrir sus orígenes y no olvidar sus raíces.

De esta manera, estos alcuceros y alcuceras de nacimiento o de parentesco han ido rememorando, a lo largo de estos años, con emoción y orgullo su hermoso y añorado pueblo, situado en plena Alpujarra, entre Sierra Nevada y la Sierra de la Contraviesa y que no es casualidad que signifique ‘Vergel-Fuente del paraíso’. Destacan, nos dicen, su característico paisaje empinado con sus escalonados bancales o paratas. Las casas encaladas, las ventanas y balcones repletos de macetas y los terraos de launa con las típicas chimeneas cónicas, rematadas con una loza de pizarra, claro ejemplo de la arquitectura alpujarreña. No olvidan las calles estrechas, las placetas y los populares tinaos. En Bérchules-Alcútar, haciendo justo honor a su nombre, comentan, el agua brota por doquier. Al Río Grande y Chico, que en la Junta de Aguas dan origen al Guadalfeo, hay que añadir las abundantes acequias, vestigio de un pasado árabe y, por supuesto, las incontables fuentes como Fuente Agria y de Las Carmelas.

Y qué decir, recalcan, de las arraigadas tradiciones y fiestas patronales, que algunos no se pierden, como la del Santo Cristo, San Pantaleón, San Marcos o, la más reciente y conocida a nivel nacional, la Navidad en agosto. Tampoco olvidan la gastronomía con su producto estrella, el jamón, ni las migas, el plato alpujarreño, el choto al ajillo, el potaje de castañas, los soplillos o los tostones. Pero si hay algo que sobresale y les singulariza, afirman, es su habla andaluza, con su suave acento y colorida forma de expresarse, como bien dijo Torrente Ballester “Los andaluces son los que mejor hablan el castellano, con independencia de su pronunciación. La riqueza léxica y sintáctica de los andaluces es extraordinaria. Es el suyo el arte de burlarse de la gramática para que la frase sea más expresiva“ Palabras como engurruñío, regomello, mititilla, malafollá, sin duda la más genuinamente granadina, les evocan muchos recuerdos. Si como dijo Pessoa, mi patria es mi lengua, no cabe duda que la patria de estos alcuceros y alcuceras es su rica y expresiva habla alpujarreña.

En definitiva, la familia Manzano, natural de Bérchules-Alcútar, una extraordinaria y sencilla familia que no tiene un antiguo y esplendoroso pasado, pero que ha sabido, como ninguna, permanecer unida, a pesar de las muchas dificultades que cada generación ha tenido que sortear. No cabe duda que su mayor ilusión sería poder celebrar alguno de los encuentros en Alcútar, un proyecto que llevan madurando hace tiempo y que esperan no tarde en hacerse realidad. Su primordial deseo, sin embargo, dada la grave y preocupante situación sanitaria que hemos padecido, es que esta terrible pandemia, el Covid-19, termine cuanto antes con el menor sufrimiento para todo el mundo y que el próximo año puedan celebrar de nuevo todos juntos y como se merece el vigésimo aniversario del encuentro.

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