El Valle de la Muerte se encuentra situado cerca de California y es considerado uno de los lugares más secos del mundo. Sin embargo, durante el invierno de 2004/2005 sucedió algo asombroso: cayeron más de dieciocho centímetros cúbicos de lluvia. En esa primavera millones de flores cubrieron todo el suelo del valle, un suceso aún más extraordinario. Al final de la primavera, las flores se marchitaron y volvió de nuevo el seco desierto, a la espera de las siguientes lluvias, cuando quisieran volver.
Naturalmente el Valle de la Muerte no estaba muerto, estaba dormido, y, con esperanza, esperaba las condiciones de crecimiento adecuadas.
De manera similar, los seres humanos somos organismos complejos y dinámicos que nos encontramos interconectados a nuestro ambiente, a nuestro mundo, para poder sostener nuestra vitalidad. Por ello, cada uno de nosotros necesita buscar y encontrar sus propias condiciones, las idóneas, para poder desarrollarse y crecer de forma equilibrada. Estas necesidades son únicas e individuales.
Es mucho más importante ser uno mismo que cualquier otra cosa. Para ello es esencial que cada persona construya una regla, una regla personal y propia que se creará a partir de todas sus experiencias y aprendizajes en la vida. Pero, ¿qué es una regla? Es un término que puede usarse para describir y organizar todo aquello que se relaciona con uno mismo en términos positivos y negativos, es decir, como un balance de todo lo que valoramos o necesitamos. En nuestra regla podemos incluir desde algunos ejemplos simples como la elección de un lugar y momento óptimo para estudiar, hasta conductas de otras personas que nos ofenden y nos hacen daño y por tanto no las permitimos. Para crear nuestra regla es esencial el autoconocimiento ya que en función de las vivencias cada persona completará y ajustará más su regla para determinar cuáles son sus condiciones y ambientes en los que se siente mejor y cuáles deberá evitar. Existen infinitas reglas, ¡tantas como personas!
Esta herramienta puede actuar como un borrador o una hoja a sucio para ayudarnos a medir los hábitos o situaciones que se ajustan mejor a nosotros y también será útil como referencia para afrontar situaciones futuras. Además, recuerda: no podemos “medir” (o juzgar) a otra persona con nuestra propia regla.
Esta práctica es un ejercicio activo y continuo: depende siempre de todo lo que nos rodea y de nuestras interacciones, y nunca finaliza, ¡nunca dejamos de vivir y conocernos!