Los que lo conocieron solo tienen buenas palabras para él, y todos coinciden en que era una persona que se dedicaba por entero a los demás. Porque para Felipe no existían horarios, algo que para algunos podía ser irritante, pero siempre era un consuelo para aquella persona que lo necesitara. En Jayena, Fornes, Arenas del Rey, Mondújar, todo el Valle de Lecrín, pero también en La Alpujarra y en la Costa hoy recuerdan a este hombre extremadamente bueno, “un santo en la tierra”, aseguran muchos.
Y como un santo se fue, sin hacer ningún tipo de ruido. “Se sintió indispuesto, salió de su coche y allí se quedó, porque pensó que esa sería la manera de no hacer daño a nadie”, explica Javier Ortega, párroco de Pinos del Valle, administrador parroquial de Béznar, Talará, Mondújar, Chite, Ízbor, Restábal y Melegís, y amigo de Felipe. El día después, la parroquia de Santa Micaela en Granada fue testigo de la obra de este sacerdote, porque en cada pueblo por el que pasaba dejaba una huella que seguro que perdurará. Gente de más de 30 localidades distintas coincidieron este lunes 25 de abril en la capital para darle su último adiós. “Cuando yo era seminarista, ya en Jayena decían que Felipe era un santo en la tierra, porque siempre estaba pendiente de todo el que estaba alrededor, y además no sabía decir que no. Un día coincidió con una familia que quería ir a Moscú y los llevó hasta la Plaza Roja con su coche, un Citroen AX, y hay fotos que lo corroboran,. Él hacía por ti lo que hiciera falta, a la hora que fuera, porque si le pedías un favor te lo hacía. Y me consta que más de una vez pasó necesidades porque dio lo que tenía para que otros tuvieran que comer. No le importaba dar a los demás, aunque él descuidara su salud, porque lo primero eran los demás”, cuenta Javier Ortega.
Para Felipe los horarios pasaban a un segundo plano cuando los demás necesitaban estar con él, lo mismo que tareas administrativas que para él no eran importantes. “Como persona, que es lo que vale, ha sido un ejemplo. A él no le importaba dar misa o ayudar a quien lo necesitara, a cualquier hora, siempre estaba al lado de las personas”, recuerda el párroco de Pinos del Valle.
Este “santo en la tierra” también se ganó a los jóvenes. Concretamente, fueron jóvenes de Albuñuelas quienes quisieron portar el féretro en Granada,”porque supo inculcar la fe a personas de todas las edades. En el tiempo que estuvo en esta zona, Felipe supo revitalizar las parroquias en las que estuvo, él nunca dijo que no, a pesar de todo. Ha sido un desvivirse por cualquiera, fueran quienes fueran, en ocasiones sin conocerlos”, subraya Javier Ortega.
Así lo atestigua también Lucía Moreno, concejal del Ayuntamiento de Albuñuelas, que asegura que “Don Felipe era una persona muy querida en la localidad, era muy cariñoso y atendía a personas de todas las edades. Tenía un grupo de niños para prepararlos para la confirmación, hacían muchas cosas juntos y los padres estaban muy contentos de ver a sus hijos en buena compañía. Para todo el mundo tenía siempre unas palabras alegres”. En este pueblo, su último destino en esta tierra, lo recordarán siempre. “Ahora mismo estamos consternados pero muy agradecidos de que se haya cruzado en nuestras vidas”, explica Lucía Moreno. Como en Albuñuelas habrá muchos que lo echen de menos, algunos sin saber ni siquiera que Felipe les ayudó en algún momento.