UN ARTÍCULO DE ROMÁN GERARDO CASTILLO
Hace unos meses la familia Padial se reunió en Chite para celebrar la misa-funeral de Carlos Padial. Vinieron familiares de distintos países, EEUU, Puerto Rico, Cuba…
Si, y he dicho celebrar porque después de la misa, la familia se reunió en torno a una deliciosa paella donde se hablaron de anécdotas familiares cargadas de humor y es que Carlos Padial así quería que fuera, que celebrásemos su vida, y que mejor manera que hacerlo en familia y en su pueblo, pues él se sentía chitero.
¿Y quién fue Carlos Padial? Pues para saberlo tenemos que hablar de su abuelo, Antonio Padial, chitero de nacimiento, emigro a cuba siendo joven para buscar un porvenir en la vida. Mientras caminaba por las calles de La Habana buscando trabajo, escucho unas sirenas, era un carro de bomberos que iba a apagar un incendio en un edificio. Su curiosidad le llevo a seguirlo pues era algo que en los pueblos del Valle Lecrín no existía. La casualidad o el destino hizo que Antonio fuera a ese edificio en llamas. Estando en la calle vio que una mujer pedía auxilio en uno de los balcones. Este hombre de no mucha estatura, pero de gran valía, no dudo en subir y rescatarla de las llamas. Esta mujer resulto ser la hija de un gran empresario de la construcción, como recompensa a su acto heroico el padre le ofreció trabajo y así fue como comenzó su prospera vida en la Habana pues a los pocos años creo su propia empresa de construcción, Compro fincas y se hizo un gran empresario. Se casó con Lola Padial, su novia de Talara y con ella tuvo 4 hijos, América, Palmira, Reinaldo y Jose Angel.
Luego llego Fidel y se lo quitaron todo, su familia tuvo que huir, parte de ella se fue a Puerto Rico y otra a EEUU. En una Habana muy inestable se encontraba un joven Carlos Padial casado con una mujer que padecía una enfermedad y su hija. Tuvieron que salir y comenzar de nuevo en los EEUU, un país extranjero que por suerte tenía muchas oportunidades. Carlos trabajó como ingeniero en la industria del Aluminio, poco a poco fue prosperando y se introdujo en el mundo inmobiliario, adquiriendo casas para alquilarlas.
Instalado en Lousiana tuvo dos hijos más. Un aumento en la enfermedad de su mujer Marietta hizo que la vida matrimonial fuera imposible y Carlos encontró a otra compañera de vida, Claire, que lo acompaño hasta el fin de su vida. Carlos nunca dejo de cuidar a Marietta.Un claro ejemplo de superación que tuvo grandes adversidades en la vida y que siempre tuvo como prioridad a la Familia.
Cuando llego la calma y la estabilidad a su vida, allá por los 90 sintió la curiosidad de conocer sus raíces, viajo a Chite para conocer la familia de su abuelo. Allí descubrió como una parte de su querida Cuba, había algo en sus gentes y vecinos, en la manera de vivir que le recordaba mucho sus años vividos allí.
Conoció a Ramón Castillo y a su extensa familia, con ellos se creó más que un vínculo familiar y en el año 2000 se decide por comprar una casa en Chite donde venía todos los años a disfrutar de la familia y a cargar las pilas como el decía.
Hace ya más de un año que nos dejó, pero tenemos muy presente todo el cariño que nos ofreció, siempre sonriendo a la vida y celebrándola quiso que sus restos descansaran en Chite. Una de sus últimas voluntades fue que se leyera este poema el día de su funeral.
Extráñame, pero déjame partir…
Cuando llegue al final
De mi camino y el sol no brille más.
No quiero gritos en una habitación melancólica
¿Porque lloras por un alma liberada?
Extráñame un poquito pero no por mucho tiempo
Y no con tu cabeza baja acuérdate del amor
Que una vez compartimos.
Extráñame, pero déjame partir
Este es un viaje que todos debemos hacer
Y cada quien debe irse solo esto es parte
Del plan maestro, un paso hacia el camino del hogar.
Cuando te sientas solo y angustiado,
Busca amigos que conocimos y entierra las penas
Con buenas acciones.
¡Extráñame, pero…déjame partir!