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Lojuela, un Castillo Califal

Actualmente, en las proximidades de su iglesia, encontramos las indicaciones de una ruta cuyo camino nos lleva entre naranjos, limoneros

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Interior del recinto del castillo

Murchas se asienta en el margen derecho del río Torrente, cuya población ha tenido, en su mayoría, una dedicación agrícola. Esta localidad era una taha, de nombre árabe Muryiqa (que podría referirse a mora chica). No existen crónicas de sus primeros pobladores, esto podría deberse a que estos asentamientos eran tratados como todo un conjunto, bajo la voz genérica de Val de Iqlín.

Madoz hace una descripción de Murchas a mediados del S.XIX, como una                 población con 58 casas de vieja construcción, con calles irregulares, formando dos barrios, una plaza y un aljibe para abastecimiento de todo el vecindario. Sus campos se riegan con aguas del río Grande y del Torrente, sin más ganado que el usado en labor. Se han encontrado en su entorno, restos arqueológicos de épocas romana y medieval.

Actualmente, en las proximidades de su iglesia, encontramos las indicaciones de una ruta cuyo camino nos lleva entre naranjos, limoneros y olivos a alcanzar el barranco de Hojuela (quizá Hijuela, acequia chica en árabe). Este barranco nos acompaña en paralelo al sendero, pronto encontraremos un alojamiento rural llamado la “Finca del Castillo Árabe y Casa Amelia”. De repente divisamos el único castillo de la época califal de nuestra Comarca, orgullo de los murcheros, llamado Alauxa, Luxar o Loxuela, hoy conocido como Lojuela.

Los arqueólogos, en base a restos de distintas etapas históricas, consideran la construcción defensiva de la época califal. Que posiblemente se asentase sobre un yacimiento romano ubicado en torno a una era cuyo origen, en consonancia con unas oquedades halladas en las rocas del terreno, puede remontarse a la Edad de Bronce, y que se conoce como “Era de Lojuela”. Esta dio nombre al asentamiento, ya desaparecido, y a dicha fortificación. Este castillo perteneció a una alquería aneja a la de Murchas, pero con administración propia, y que lindaba con los términos de Dúrcal, Cónchar, Restábal y Melegís.

No se tiene constancia de cuando quedó despoblada, pero en la relación e inventario de los bienes habices de las iglesias del Valle de Lecrín, Lorenzo Luis Padilla Mellado, manifiesta que tenía entidad de alquería, relacionando de forma pormenorizada sus centros religiosos de la época musulmana. Asi como todos los bienes urbanos y rústicos que pertenecían a cada Rábita.

Según el escribano del Apeo y Deslinde de 9 de junio 1572, cuando toma posesión el juez Machuca, manifiesta que en el lugar de Lojuela no había iglesia, haciendo referencia a veintidós viviendas distribuidas en dos barrios, el de Arayael y el de Alcudia. Todas las casas eran pertenecientes a moriscos, ya que en dicho lugar no residía ningún cristiano antiguo en ese momento, aunque todas estaban en buen uso, tan solo había diez ocupadas. Con la sublevación y rebelión de los moriscos, estos fueron expulsados,  y la alquería paso a posesión de los Reyes Cristianos, lo que da lugar a que las casas sean usadas por los nuevos pobladores, arrendatarios de los bienes del lugar por un periodo de tres años.

Sus vecinos se dedicaron al cuidado de plantaciones de olivos, viñas, árboles frutales y cultivos de secano. Entre sus edificaciones además del Castillo, destaca una mezquita, un horno de hacer pan y un macáber (construcción funeraria).

El Castillo corona un cerro, con una caída vertical a la ribera izquierda del río Dúrcal. Como ya se ha mencionado, se cree que la construcción se remonta a la época Califal del   S. XI. En el entorno cercano se ha encontrado la existencia de un yacimiento de la época ibera y romana, hallándose restos de su cerámica empotrados en el tapial, en el punto más elevado hay una torre de planta rectangular, con diferentes tipos de construcción pues en su parte baja presenta mampostería y se remata en su parte superior con muros de tapial rojizo y sillares en las esquinas usados como refuerzo.

Algunos historiadores, sugieren que bajo la torre pudo existir un aljibe, a pesar de la cercanía al río, o bien, un pasadizo subterráneo que llevara desde el castillo hasta el río para recoger el agua. La torre que serviría de alojamiento a la guarnición, se encuentra integrada en un recinto de murallas que rodea todo el perímetro de la fortaleza, a excepción de su cara oeste, que lo abrupto del terreno hace que la propia roca sea la defensa natural.

En nuestra visita comprobamos que, en su cara sureste permanece erguida una muralla, de unos cuarenta metros aproximadamente, construida de forma escalonada sobre obra de mampostería con grandes ripios, que servían de asiento y nivelación del tapial adaptándose a la pendiente del terreno. Desde el exterior, nos sorprende descubrir que después de más de nueve siglos, se mantiene en relativo buen estado, pero al adentrarnos en el recinto, nos decepciona el deterioro que ha causado la erosión en la misma. Aunque en el interior hay troncos de almendros y algo de maleza, se adivina restos de lo que podrían ser posibles viviendas de la fortaleza.

En el siglo XIX con la fiebre del oro, destaca como curiosidad nuestra Comarca, donde hubo solicitudes de propiedad de pertenencia de minas por muy pequeñas que estas fueran. En Murchas se menciona un barranco de grandes tajos, al que se referían como el Barranco de los Muertos, donde el 26 de agosto de 1898, Andrés Osorio Martín, denuncia reclamando la propiedad de 12 pertenencias con una extensión de 120.000m2 de la mina de oro llamada de “Las Angustias”.

Anímense a visitar este encantador pueblo de la ribera del Torrente, donde podrán ver su iglesia que, aunque al principio tras la conquista harían uso de su mezquita, adscrita en 1501 a la parroquia de Restábal y después a la de Melegís ya que solo le separa media legua. A mediados de ese siglo se construye una iglesia de una sola nave cubierta con armadura, datando su primer libro de bautismos de 1582.

A principios del siglo XVII, se levanta la torre y una nueva sacristía. El visitador del arzobispo, en 1634 observa que precisa de reparación y ampliación en su longitud para que puedan entrar todo el vecindario, haciendo una especial llamada sobre su cementerio, que no tiene las sepulturas que ha menester, esta iglesia dedicada al Salvador, mantuvo el cementerio contiguo hasta mediados del S. XIX.

El terremoto de la Navidad de 1884, al igual que sus casas, dejo su iglesia en ruinas, agravada con un incendio posterior que terminó con toda su techumbre de madera. En su reconstrucción podemos contemplar, una cubierta adintelada de yeso y tres entrantes simulando capillas, quedando en su retablo mayor esculturas de talla policromada. Sería en el siglo XX cuando el Arzobispo Balbino Santos, el 12 de septiembre de 1949, decreta erigir en Murchas una parroquia de entrada con el título de San Juan Evangelista, quedando desmembrada de Melegis. En estos días están de celebración ya que, junto con sus fiestas, han agasajado a Santa Lucia para la celebración de su onomástica, con una nueva capilla, para acercarla a sus devotos y con unos preciosos candelabros cincelados y otros guardabrisas y con la colaboración vecinal y la Hermandad han puesto en marcha las reparaciones de su campanario.

Si tiene la oportunidad de alojarse en alguno de sus establecimientos, igual tienen posibilidad de visitar su Iglesia y contemplar lo anteriormente descrito, y según el periodo del año pueden disfrutar de un puchero de coles, unas torrijas, roscos y pestiños, a la vez de participar en sus fiestas que celebran en Navidad, con su Rosario de las Cruces el 25 y 31, y los primeros días de enero en honor de la Virgen de los Desamparados y Santa Lucía.

Pudiendo realizar diversas rutas para conocer sus alrededores. Aunque encuentre múltiples caminos que se dirigen a las distintas parcelas rústicas, siguiendo las señales indicativas que tienen como distintivo un círculo azul, no le será difícil llegar hasta su castillo. Se puede acceder por una vereda que se aparta del camino principal, bordeando la cerca de una propiedad privada. Si desea ampliar la visita, al descender nuevamente a la vía que nos ha traído, continuando en el mismo sentido y entre cítricos, higueras y cañaverales, se topará al fondo del barranco, con un acueducto llamado la Acequia de los Arcos, que aún mantiene su uso para riego de la vega de Murchas y Melegís.

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