En el centro de mayores de Padul hay una placa en la que se dice que “Este centro no ha sido construido por ningún noble ni gran señor, sino gracias al esfuerzo de los hombres y mujeres en paro del pueblo de Padul”. Una placa parecida debería lucir en la iglesia de Talará cuando culminen las obras que lograrán que se abran las puertas del templo después de casi cinco años cerrada. Porque ha sido el pueblo de Talará, los que muchos llaman con cierta sorna los “arrejuntaos”, los que han conseguido que su iglesia se reforme y vuelva a abrirse de nuevo para que los fieles puedan disfrutar de nuevo de su templo. Además del firme tesón de los vecinos, el sacerdote Javier Ortega ha apoyado siempre la causa, contra viento y marea, y también ha sido determinante la colaboración del Ayuntamiento de Lecrín para que el objetivo se cumpliera.
Y no es la primera vez que esto sucede. Fue en 1747 cuando la devoción de los vecinos provocó que la ermita que hasta entonces tenían fuera consagrada como iglesia y dedicada a la Virgen de las Angustias. Un hecho que volverá a producirse en este 2023, porque tal y como explica el párroco Javier Ortega, “después de los trabajos el altar deberá consagrarse de nuevo, algo que tiene que hacer arzobispo de Granada”. El sacerdote calcula que será en el mes de abril o mayo cuando el templo vuelva a la normalidad y se puedan celebrar en él todo tipo de eventos católicos. La fecha es perfecta para que los niños y niñas de Talará puedan celebrar su Primera Comunión en su iglesia, después de varios años sin hacerlo.
Aunque Javier Ortega asegura que las obras “van en su tiempo, no se puede saber con seguridad la fecha exacta, aunque yo calculo que para mayo estarán terminadas”. Unos trabajos en los que los operarios se han tenido que emplear a fondo por el mal estado del tejado, a punto de derrumbarse. “La caída del techo era inminente, el arquitecto ha dicho que esto no se ha caído porque Dios no ha querido”, sentencia el párroco de la localidad. Un techo que se está recuperando con todo el esmero y que en las fotos que acompañan este artículo pueden apreciar. Vigas de madera que sin embargo solo se podrán ver durante las obras, ya que esta parte debe cubrirse con la bóveda que originalmente tenía la iglesia, ya que los trabajos se dan por finalizados siempre y cuando se haya devuelto al templo al estado original en el que se encontraba antes de su cierre.
Javier Ortega subraya que aunque la vista de la madera y el tejado a dos aguas es “una preciosidad”, la cúpula tendrá que tapar esta visión, “porque la historia manda”. Lo contrario, la petición de dejar que se viera el techo, sería el comienzo de un tortuoso camino burocrático que podría quedar en nada y que agravaría el problema de los vecinos y vecinas de Talará, ansiosos ya por reestrenar su iglesia. Así, en unos meses las vigas de madera se esconderán de nuevo para dar paso a la cúpula que se ha conocido siempre. “Hay opiniones encontradas, pero la cúpula tiene que estar”, sentencia el sacerdote. Acto seguido se pintará todo el templo y por fin los talareños y talareñas podrán regresar a su templo, después de cinco largos años y protestas tan pacíficas como originales, como trasladar la misa a la puerta del templo, pero que han llamado la atención a vecinos de otras localidades y medios de comunicación de fuera de la provincia de Granada.
La fuerte determinación del pueblo ha sido esencial para que la iglesia de Talará vuelva a abrir sus puertas, con donaciones por parte de la mayoría de los vecinos y vecinas, pero también con la ayuda del mercadillo solidario instalado unos metros más arriba. El dinero recaudado por las voluntarias ha seguido llenando la hucha de la iglesia cada mes, con una fe ejemplar para que todos puedan disfrutar de la iglesia.


