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“Para mí ser costalera, es un sentimiento, es la emoción que surge en una familia los días previos a la estación de penitencia”

Alba Moya Alarcón ofreció un emotivo “Pregón de exaltación al costalero” en un acto en el que estuvo acompañada por Agrupación Musical María Santísima de la Estrella, Granada - Albayzín , la A.M. de Jesús del Rescate, la Banda San Sebastián Padul y el Coro Rociero Albadul

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Alba durante su pregón. Foto Manuel Villena

Alba Moya Alarcón fue ayer la encargada de embargar de emoción, a través de sus palabras  y sentimientos, al público asistente al “Pregón de exaltación al costalero” que acogió el Centro Cultural Federico García Lorca de Padul.

La pregonera contó y compartió sus experiencias transmitiendo desde lo más profundo de su alma. Recordó la niña, habló la joven y sobrecogió la costalera que se ha fraguado junto a su familia cofrade del Señor de las Tres Caídas de Padul.

VIDEO DE PRESENTACIÓN DEL PREGÓN DE EXALTACIÓN AL COSTALERO

Los nervios previos al acto se disiparon cuando subió al escenario “en ese momento estaba sorprendentemente tranquila, intenté transmitir con mucha ilusión lo que había escrito para que todos los tipos de costaleros se vieran reflejados en algún párrafo”, comenta Alba, que sin duda logró cumplir su objetivo con creces.

Las notas musicales del acto corrieron a cargo de la Agrupación Musical María Santísima de la Estrella, Granada – Albayzín , la A.M. de Jesús del Rescate, la Banda San Sebastián Padul y el Coro Rociero Albadul que interpretaron las marchas “Pureza Marinera”, homenaje a Julio Pardo, recientemente fallecido, y “Mi Amargura”, con letra compuesta por Ana Rejón Morales dedicada a Nuestra Sra. del Valle de Padul.

“Tanto las bandas como el coro rociero estuvieron maravillosos, fue una mañana cofrade muy bonita, intensa y llena de emociones”, asegura Alba.

PREGÓN

¡Quiero ver mis pasos! Y lentamente aprendo, que mirar desde la nada, Es querer oír el silencio.

¡Quiero ver mis pasos! Y aun no lo entiendo, Camino sin ver nada Obedezco sin saberlo.

¿Quién pudiera oler a incienso? A martillo que toca llamada.

¡Quiero ver mis pasos!,

Aunque sé que no puedo…

Solo puedo sentirlo, racheando por momentos.

¡No puedo ver mis pasos, quiero llorar el encierro! La voz del capataz que llama, son los ojos del costalero.

Señor párroco consiliario Don Carlos Fernández, señor alcalde, Señor presidente de la federación de cofradías y demás autoridades, hermanos y hermanas mayores, cofrades, costaleros y costaleras bienvenidos todos. En primer lugar, tengo que dar las gracias al ayuntamiento de Padul, por pensar en mi para la exaltación a la figura del costalero, es todo un reto y espero estar a la altura de los que aquí me preceden.

Me van a permitir que hoy les hable en gran medida, desde la perspectiva de la mujer costalera sin olvidarme en ningún momento de todos mis compañeros ya que en muchos aspectos bajo el paso son un espejo en el que mirarme.

¿Qué es ser costalera? Esta fue la primera pregunta que me hice a mí misma cuando empecé a escribir.

Si buscamos en la Real Academia de la Lengua Española define “costalera” como: “persona que carga junto a otras un paso de una procesión”.

Pero está claro que ser costalera va mucho más allá, una costalera tiene que ser una persona de fe, que se entregue de corazón a su cofradía.

Para mí, sin duda, ser costalera, es un sentimiento, es la emoción que surge en una familia los días previos a la estación de penitencia, cuando casi todo ya está preparado, túnicas de penitente, hábitos de monaguillo, mantillas, tejas y como no, el costal.

Y es que ese sentimiento cofrade emerge sin apenas ser consciente, cuando el capataz coge entre sus brazos a la persona más pequeña del cortejo y con su inocente mano, realiza la primera llamá de su vida.

Justo en ese preciso momento, como si de un cuento se tratase, comencé esta bendita locura. Mientras esa niña jugaba entre cirios, incensarios y parihuelas, una niña que buscaba el más tierno romero cada primavera para encontrarse con tu mirada por vez primera.

Algunas pensareis que mi etapa como costalera ha sido demasiado corta como para poder exaltar su figura, pero son ya más de 15 años los que llevo acompañando a mi señor de las tres caídas, por supuesto, no todos ellos en mi costal, pero si siempre cerca de él.

Durante mis primeros años no permitía, como pipotera, que a las costaleras les faltase ni una gota de agua. Sujetaba el zanco izquierdo como si de mí dependiera que el paso no tocara el suelo, miraba sus pies e imitaba sus pasos, mi otra hermana mayor, me enseñaba sin saberlo, a nuestro paso, a costero e incluso algún izquierdo, siempre recordaré con ternura como abrías los faldones del paso para refugiarme del frío que hacía aquel viernes santo.

Dentro de la hermandad he pasado por todo lo que una niña puede hacer, he tenido la responsabilidad de que no faltase agua, he alumbrado su camino con la luz de mi cirial y he portado el incensario en numerosas ocasiones, incluso he tenido la importante misión de subir al paso para cubrir al señor de la engorrosa lluvia.

He tenido la suerte de compartir pasión con algunas de mis mejores amigas y con las que lo sigo haciendo a día de hoy, lo que hace que nuestras reuniones en cuaresma se resuman en hablar de semana santa y seguir aprendiendo y trabajando juntas por nuestra hermandad.

Soy fiel creyente de que las cosas no pasan por casualidad, sino más bien por el destino, o acaso no estás de acuerdo, costalero de la victoria, que, aunque haya sido difícil el camino, ser sus pies siempre fue tu destino.

Hoy quiero aprovechar para darte un consejo a ti, pequeña costalera, sigue avanzando de frente, a paso largo y firme que, aunque este centenario arte haya sido cosa de hombres está en tu mano seguir igualando con las que hasta hoy aquí hemos ido luchando.

Mañana del viernes santo, observo todo lo que pasa a mi alrededor mientras ultimo los pequeños detalles de nuestro paso, mi pelo ya está trenzado y no veo el momento de llevarte sobre mi costal.

Para mí, el buen costalero, no tiene que ser el más fuerte del mundo, si no el que da lo que tiene que dar en el momento justo.

Suena el llamaor, todo el mundo al palo, se escucha la voz del capataz, ¡A ESTA ES! ¡CIELO!, ¡A PASO RACHEAO!, ¡MUY CORTITO QUE ESTAMOS EN LA PUERTA!, los últimos rayos de sol entran por el respiradero, en su cara también se vislumbran, ya estamos en la calle mis niñas, que sentimiento más bonito, con nuestra marcha favorita sonando, dime tu, costalero si no sientes lo mismo que yo siento cuando San Juan ya cruza el umbral de su puerta, si no sientes que el esfuerzo y la dedicación ya merecen la pena.

 La mujer costalera la identifico como la figura de la Verónica, una mujer que camina junto al padre, que se abre paso entre los soldados para secar su rostro, pero Verónica siempre será como una madre, por eso, cuéntame tu, costalera que se siente cuando elevas sobre tus hombros la pena de María, nuestra madre, cuando enfajas tus Dolores y Angustias y la llevas como la reina del Valle.

Compartir la pasión por ser costalera con mi familia es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, nunca me he sentido sin fuerzas ahí debajo, en cada parada de la estación de penitencia he escuchado la voz de mi hermana y de mis primas, que son como mis hermanas, preguntarme que como voy, he sentido la pasión en casa y he llegado hasta aquí gracias a ellas, pero durante este camino también surgen amistades que se convierten en familia, en tu familia cofrade y que al final acabas compartiendo momentos de tertulia, de risa y sobre todo de mucho trabajo pero que se ven recompensados cuando miras atrás y ves todo lo que hemos logrado.

Solo puedo daros las gracias por cuidarme y hacer de mi la costalera que soy hoy.

Seguro que tú también estás de acuerdo en esto, costalero, que no hay mayor orgullo que el de llevar más de 30 años acompañando en su calvario a tu cristo crucificado.

Y explícame tu, costalero del huerto, como de bonito es ver generación tras generación la herencia de sentimientos, como se refugian bajo tu olivo sus nuevos miembros, formando sin duda la familia del huerto.

A vosotros costaleros y costaleras que os alejáis de la hermandad e incluso a los que ya no os provoca entusiasmo, deseo poder transmitiros la ilusión por conservar nuestras tradiciones por mirar en su sepulcro y buscar el consuelo en el santo sudario, por implicarse en los sueños de la cofradía que son los propios sueños de todo costalero.

Uno de mis momentos favoritos como costalera, es el regreso, es el momento de más intimidad y lucha con tu cuadrilla, con tu gente, con los fieles que acompañan al señor en los últimos pasos, cuando la cera ya es una leve llama que alumbra en la penumbra cada paso, cuando las fuerzas flaquean y la voz del capataz te pide un poquito más, tu compañera agarra tu mano cuando ve que empiezas a temblar, explícame tu, costalero que tu paso se viste de morao, si con paso reposao, el señor parece que viene hasta emocionao.

Costalera que cierras tus ojos y solo piensas que no quieres llegar porque no quieres que se acabe, la voz de debajo del paso pide paso atrás, porque él tampoco se quiere encerrar, ya no le cabe más, grita el capataz, disfruta la chicotá que tu señor flagelado ya va llegando también a su portal, con todo el amor que sus niños lo han sabido llevar.

El capataz ya pide la izquierda alante y la derecha atrás y ya todo empieza a terminar…

Si difícil es ser costalera ahí debajo, más difícil es ser costalera ahí fuera.

Me encuentro dentro del paso, una nube de incienso se ha colado por el respiradero, casi no me deja ver lo que hay fuera, pero mi atención se centra en unos ojos completamente tristes y apagados, parece que esté hablando contigo, señor, ya encuentra calma en tu mirada, parece que pide salud para los suyos y fuerza para seguir viviendo, quizá nunca se ha puesto un costal, pero en sus ojos se ve que es costalera y en ellos lleva la pena porque si lo fueron y ahora no están con ella.

Miro para otro lado y te veo a ti mujer costalera, que tu cuaresma son 9 meses de espera, tu mirada lleva la esperanza por la savia nueva y en primavera deshojarás la flor más bella.

Considero que hay muchos tipos de costaleras y costaleros, pero hoy no puedo evitar hablar de ti, de esa costalera a la que la vida le da una revirá, la que la enfermedad se interpone en su camino, la que pierde la fe por que no es justo que esto le haya ocurrido a quien menos tiempo lleva vivido, ojalá el tiempo cure tu dolor y vuelvas a encontrarte en este recorrido, así que no dejes de acompañar a tu cristo caído.

Hay costaleras que lloran tras tus pasos por no poderte cargar, pero, el nunca solas os va a dejar, que costalera no es solo la que se pone el costal, es la que lucha día a día para ganar su pan, la que reza en silencio para pedirte ayuda una vez más, pues son las auténticas costaleras de la vida, las que no se quejan, las que no pueden coger kilos fuerte y arriba, las que su vida no es un petalá continua pero que no se rinden por nada que se interponga en su vida.

Y qué decir de la costalera que ésta será su última chicotá, la que seguro a tu casa no te quiere llevar, disfruta de este momento, costalera, que, aunque debajo del paso, otro año no vengas ya, de ti no nos podremos olvidar, ya eres historia de nuestra cuadrilla y ésta siempre tu casa será, aunque ya sea tu última arriá.

¡He dicho!

Delia Molina

Me llamo Delia Molina y trabajo en el mundo de la comunicación desde hace 20 años. He sido locutora en Onda Cero Granada y responsable de los Gabinetes de Prensa de la Diputación de Granada y del Ayuntamiento de Pinos Puente. He colaborado con la Fundación Zayas, gestionando sus redes sociales y páginas web. Ahora me uno a esta nueva y apasionante aventura para continuar comunicando desde el Valle de Lecrín para el Valle de Lecrín. Como dijo Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.”??????

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