No hace mucho que me lo presentaron, pero el tiempo importa poco si sabes apreciar una buena relación. Parece mentira, pero puedes aprender más de algunas personas en una tarde que de otras en varios años. Julio no era de medias tintas, no era un negociador, de esos ni fú ni fá. Julio te daba la mano y todo resuelto. Era una de esas personas que conocían el valor de la palabra dada, pero también el significado de la palabra ayudar, sobre todo para el colectivo, para todos.
Julio Perea era un político de verdad, ahora que ese concepto está tan denostado y todo el mundo huye de esta disciplina. Pero con la política se construye la realidad, teniendo ideas y llevándolas a cabo, siempre con el máximo respeto, al contrario, pero desde la seguridad de querer progresar.
Como antes decía, la primera vez que hablé con él fue hace algo más de un año, pero sabía de él desde hacía tiempo. En Lecrín muchos lo recuerdan porque era Don Julio, maestro del colegio El Azahar. Otros se acuerdan de él en su etapa de concejal, en Lecrín y en Nigüelas. Fue en la comarca del Valle de Lecrín donde hizo su propia revolución en el mundo de los deportes, como diputado de este campo que fue. Trajo mejoras a esta comarca, sin ser profeta en su tierra, ya que era de La Alpujarra. Mejoras que de otra manera puede que no se hubieran conseguido en ese tiempo, en una realidad demasiado cortoplacista y con miras bastante cortas.
Julio creaba una realidad certera cuando te hablaba. Sabía convencer sin necesidad de levantar la voz ni de por supuesto parecer más que nadie. Conocía perfectamente el camino por el que había que transitar. No en vano ha fallecido siendo presidente de la Federación de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo, donde me consta que deja muy buenos amigos, compañeros todos, que compartían con él valores muy importantes nacidos de estas disciplinas deportivas.
El 1 de agosto de 2022 subimos con él al Mulhacén para celebrar el centenario de la FEDME. Mi labor era simplemente llevar una cámara y captar el momento, pero para Julio esta era la manera de reflejar lo que estábamos siendo para siempre, al menos para otros cien años. “Esto quedará para siempre grabado, y dentro de cien años alguien podrá ver este vídeo y hará mención a él”, decía. Lo más probable es que tuviera razón, y además ahora pienso en que de esta manera Julio siempre será eterno, porque su vocación, sus ganas de avanzar, de seguir luchando no entendían de tiempo.
Además, me enseñó algunos valores intrínsecos al montañismo. Más allá del afán del ser humano por superarse, siempre llevó a gala el compañerismo, el hecho de no dejar a nadie atrás, la idea de ayudarse unos a otros, siendo todos iguales en la montaña.
Julio supo dejar su legado, y estoy convencido de que sus hijos, nietos, su yerno y el resto de la familia recordarán sus virtudes durante mucho tiempo. Ese es el mejor homenaje que se le puede hacer.
Lo ví por última vez el 4 de octubre, saludándolo con un apretón de manos sincero. Intercambiamos mensajes una semana después. Me dijo: “Celebraremos nuestra historia como merece”. Que así sea.