Recuerdo cuando era niña, que veníamos de Málaga a pasar aquí en Dúrcal los veranos y eran unas vacaciones divertidas y felices, todo el pueblo era un posible campo de juegos. Pero había un lugar que nos parecía algo mágico y donde nos gustaba ir a pasar el rato, a jugar y a curiosear: El Cable. Hoy sé que allí no había más que chatarra y trastos viejos, pero era un lugar donde podíamos jugar imaginar, inventar o soñar con mundos desconocidos o con misterios por resolver, sin darnos cuenta que eran los restos de la que fue una gran empresa y una gran fuerza económica para esta zona.
El Cable pertenecía a la empresa TEGSA (Tranvías Eléctricos de Granada) y su finalidad era el transporte de mercancías desde Dúrcal hasta el puerto de Motril y a la inversa. Era el complemento para los productos que venían en el tranvía y había que transportarlos hasta Motril, o los que llegaban desde el puerto hasta aquí para seguir su camino en el tranvía hasta Granada. En un principio la compañía pensó construir un ferrocarril que hiciera este trayecto, pero por su gran dificultad orográfica suponía un coste demasiado elevado y el proyecto quedó anulado, realizándose este transporte aéreo que era factible y menos costoso que el ferrocarril.
Este fue el único cable de transporte de mercancías de uso público en España. Existían otras líneas de estas características, pero solo se habían utilizado de manera privada en explotaciones mineras. Era además, con sus casi 39 kilómetros de longitud, el más largo de España. Tuvo además un corto periodo de funcionamiento, de 1925 a 1950.
Ante la imposibilidad de realizar la vía ferroviaria TEGSA aprobó la construcción del ferrocarril aéreo Dúrcal-Motril con un ramal hasta Órgiva. La maquinaria se adquirió en Milán, Italia, a la compañía: “Ceretti Etanfani”. Existían seis estaciones estaciones a lo largo del recorrido: Dúrcal, Tablate, Rules que era llamada estación central, Gorgoracha, Azucarera del Pilar y Motril.
La línea era accionada por electricidad que procedía del salto de agua de Dúrcal. Las vagonetas marchaban a una velocidad de unos tres metros por segundo, es decir unos seis kilómetros por hora. Podían tardar entre tres y cinco horas, pero había que añadir el tiempo de carga y descarga en sus dos terminales. Al iniciarse el servicio constaba de 300 vagonetas que habían sido construidas por la factoría ‘La Constancia’ de Linares. Tenían una capacidad de carga de 700 kilogramos, circulaban colgadas, mediante una carretilla de cuatro ruedas y la tracción era realizada por un cable rail. Las mercancías más frecuentes fueron harina, caña de azúcar, maíz, arroz, trigo. Los productos no comestibles eran cemento, abono, nitrato de chile o carbón transportado sobre todo al final de su época de funcionamiento. Ya fueran en un sentido o en otro si las vagonetas iban vacías, se llenaban de agua para hacer contrapeso.
Tuvo una gran importancia comercial, no solo en esta zona, sino también a nivel nacional. Desde Motril las mercancías se transportaban a numerosos puertos de España, Portugal, África, Francia, Inglaterra y América. Al tiempo que Motril recibe los productos de otras partes de España o del mundo. El puerto cada vez tenía más importancia siendo declarado como “puerto base” en 1928, especialmente como el receptor del nitrato de chile, que llegaba en barcos con carga de ocho o nueve mil toneladas, que se distribuían hacia el interior por el cable.
Este aumento comercial hizo que la compañía ampliará sus medios, se compraron 200 vagonetas nuevas, se construyeron almacenes en Durcal y Motril además de mejorar el mecanismo de carga y descarga, lo que reducía el tiempo total del transporte de mercancías, aunque a partir de 1932 se inicia un lento pero imparable decaimiento de la compañía especialmente por dos razones: La crisis económica que empieza a desarrollarse lo reduce la demanda de productos, y el alto coste del mantenimiento del cable, debido a que era tecnología extranjera y las piezas eran muy caras y complicado tener que pedirlas fuera de España. Con la Guerra Civil del 36 al 39 hay un parón en su actividad y después se hace un intento por renovar la instalación que queda en nada. Finalmente, en 1949 la compañía pide expediente de caducidad, que es concedido en 1953, aunque desde 1950 prácticamente había dejado de funcionar.