Era una costumbre muy frecuente de los Reyes Católicos, cuando conseguían una conquista, conceder un señorío a los moros viejos que se convertían, para que fueran ejemplo para sus convecinos, y a su vez servirse de ellos para controlar las posibles revueltas en la zona. También otorgaban títulos y tierras a los señores y militares que les apoyaban en la contienda como agradecimiento.
Es el caso que nos ocupa, Martín Pérez de Aróstegui y Aguirre, originario de Álava de Vergara (Guipúzcoa), acompañó como soldado en la reconquista de Granada a Los Reyes. Por ello, le donan unas tierras en Padul, para su uso y disfrute, pudiendo así mantener el control de la villa, como paso obligado hacia el Valle y a las Alpujarras. En dichas tierras Pérez de Aróstegui, construyó una casona vasca sobre unas ruinas islámicas, según creencias no demostradas.
Este vasco se haría famoso en la zona, por la hazaña a la que hace referencia la leyenda inscrita en el pórtico de su Casa. Siendo agosto de 1569, un numeroso grupo morisco cercó la iglesia y sus alrededores. Los cristianos que allí vivían resistieron el ataque, pero un gran número de rebeldes se dirigieron hacia la casona. En ese momento, en su interior, junto a él había algunos mozos y dos moros amigos. Tras un intento fallido de negociación, los moriscos prenden fuego a la puerta y hacen un agujero en la pared. Los de la casa resisten con algunas escopetas de caza, consiguiendo abatir a ocho de los cabecillas que lideraban el ataque, ganando algo de tiempo hasta la posible llegada de tropas cristianas.
Su hijo Antonio Pérez de Aróstegui y Zarzo, caballero de la orden de Santiago, secretario con los reyes Felipe III y Felipe IV y fundador del Mayorazgo del Padul, en 1613, sobre la casona, reedifica una casa-palacio de estilo barroco, con un marcado aspecto defensivo, a diferencia del lujo que presentaban los palacios de la época.
En 1727 quedan entroncadas la familia Pérez de Aróstegui con la casa Pérez de Herrasti. De cuya familia descendería Don Isidro Pérez de Herrasti y Pérez de Herrasti, nombrado Conde del Padul durante el reinado de Alfonso XIII.
El ‘Tio Caridad’
Otro acontecimiento relacionado con la Casa Grande, fue el llevado a cabo por Juan Fernández de Cañas en 1810, siendo alcalde de Otívar más conocido como el ‘Tío Caridad’. Formó una partida de guerrilla para combatir contra el ejército invasor del general Sabatiani y a cuantos le apoyaban. En el desalojo de la Casa Grande de Padul, en lucha con los franceses, resultó gravemente herido, hasta el punto que algunos de sus propios hombres le dieron por muerto. Consigue recuperarse escondido en una cueva de Lentegí, y forma de nuevo su partida para continuar sus acciones hasta 1812.
Como otros muchos edificios importantes, durante la guerra civil y años posteriores, tuvieron usos diversos. En esa época, la Casa Grande se conocía como ‘El penal de los Gudaris’, por ser ocupada con presos políticos y de guerra del levante granadino y almeriense. Los propios presos levantaron allí un altar a su patrona la Virgen de la Merced.
En 1981 queda inscrita como Bien de Interés Cultural. Y en 1984 es restaurada por su propietario, Don José Mª Pérez de Herrasti y Narváez, derribando las edificaciones aledañas y del interior de la finca, aunque la restauración no llega a término.
En el periódico IDEAL de enero de 2010, bajo el título de ‘El Guardián de la Casa Grande, artículo firmado por Rafael Vílchez, cuenta la Historia de Manuel Gómez Cortés, nacido en Béznar en los años treinta, que se cría en Talará, ayudando a su familia en la carnicería, ejerciendo también como tratante de ganado, para más tarde irse a Padul, pueblo de su esposa. Donde regresa, tras años de emigrante en Francia, para ser durante décadas el responsable de la Casa de los Condes, facilitando cada lunes, que los visitantes pudiesen deleitarse contemplando sus dependencias. Desde hace un tiempo, ya no se ocupa de estos quehaceres.
Actualmente, la Asociación de Mujeres Casa Grande de Padul, ha adoptado el nombre de este palacio por considerarlo un lugar emblemático de su pueblo.
Con estas pinceladas históricas, mi mayor satisfacción sería despertar en ustedes, el deseo de visitar este entrañable pueblo, puerta de nuestro Valle, para poder disfrutar sus rutas y senderos por la naturaleza, así como descubrir sus variados rincones que nos hablan de otros tiempos, como es el Palacio de Los Condes, más conocido como La Casa Grande.
El Comarcal ha hecho un buen fichaje, pues Nicolas Tapia no solo es una persona autóctona , que ama la historia de su querido Valle, si no que también es muy amigable, afable y sintoniza de inmediato para cualquier entrevista.
Un auténtico acierto y una auténtica y querida persona, el éxito está garantizado