En la segunda mitad del siglo pasado, quizá por la situación de la que salía nuestro país, una posguerra, la última etapa de la dictadura, el despegue del turismo, con la visita de ingleses y suecas, y la emigración de paisanos a distintos países europeos, que en sus regresos vacacionales, traían impresionantes mercedes de segunda mano, contando historias, difícilmente creíbles. Hacía que nos sintiésemos catetos y anticuados, lo que provocó una contagiosa necesidad de modernizarse. Este sentimiento llegó a influir de tal manera que animó a la unión de pequeñas poblaciones conformando municipios de mayor tamaño. Y, aunque esto económicamente era más interesante, desembocó en una pérdida de identidad y perspectiva individual.
Esta etapa de agrupación municipal y la necesidad de romper con el pasado, llevó a que el efecto de la piqueta, el hacha y la especulación, sustituyese todo lo antiguo, derribando algo insustituible como eran: los pósitos de grano, jardines de árboles centenarios, posadas, fábricas antiguas, casas palaciegas… Quedándonos sólo leves recuerdos que impiden describirlos claramente a nuestros nietos y así hacerles partícipes de nuestra historia.
Pero aún podemos encontrar, en algunos lugares de nuestra comarca, joyas que han sobrevivido a la piqueta, bien por pertenecer a familias sensibles, o bien porque las propiedades quedaban sin herederos, permaneciendo en pie, para afortunadamente, llegar hasta nuestros días restauradas y con nuevos usos muy interesantes.
Es el caso de Nigüelas. Un pueblo que, a diferencia de la mayoría de las localidades de la comarca, no se unió a otros, permitiéndole así mantener su arraigo e idiosincrasia. Dicho municipio tiene su casa consistorial en un antiguo palacete.
Para ponerles en situación, a continuación paso a relatarles cómo esta interesante casa ha llegado albergar hoy la sede de su Ayuntamiento.
Con los Reyes Católicos, llegan a Andalucía dos familias del norte de España, la familia Zayas Fernández de Córdoba y la familia Osorio Calvache. Durante varios siglos consiguen reunir numerosas propiedades en las provincias de Jaén y Granada. Ya en el siglo XIX, quedan enlazadas con el casamiento de Don Francisco de Zayas-Fernández de Córdoba y Delgado y Doña Fernanda Osorio Calvache y Contreras. Este entronque da lugar a la confluencia de dos importantes órdenes de caballería, la Orden de Santiago, por parte de los Zayas, y la Orden de Calatrava y la Real Maestranza de Granada, por parte de los Osorio Calvache.
Atendiendo a la investigación de Francisco de Paula Garrido Rodríguez, en el libro ‘Vida de María Zayas’, descubrimos cómo, fruto de esta unión, en 1885 nacería la niña María Antonia Zayas Osorio Calvache, el último eslabón de estos dos importantes linajes. En la vivienda familiar de Plaza San Agustín pasó su infancia y juventud, hasta conocer al joven Francisco Laynez Manuel y Fernández, perteneciente a una familia de Almería, a donde marcharían para contraer matrimonio, y no en Granada, ya que lo hacía en contra de la voluntad de sus padres. Tras la breve duración del matrimonio, esta regresa a Granada a la residencia familiar y aunque sentía devoción por sus padres, la relación no sería nunca la misma.
En los años treinta, fallecen sus progenitores con muy poca diferencia de tiempo. Su pérdida le marca tanto que durante varios años encarga cada aniversario misas en todos los lugares donde tenían propiedades. Desde este momento ha de hacerse cargo de un gran patrimonio, repartido entre Jaén y Granada, encontrándose parte de este en Nigüelas. En la ciudad, destaca el Hospital de Santa Ana, junto a viviendas en las calles del Agua, Candiota, Ancha de Capuchinos, Placeta Sillería… así como la casa familiar donde vino al mundo y usó como residencia personal hasta el fin de sus días.



Consciente de la ausencia de herederos, su esfuerzo fue conservar su patrimonio, obligada por ley a compartir la administración con su marido hasta el fallecimiento de este. Después, lo hace, no como viuda, sino como gestora y administradora de la casa Zayas, sirviéndose para el trato con los arrendatarios y aparceros, de los llamados “pegaos” (personas de confianza). Siempre destacaría por actuar de forma solidaria con los más desfavorecidos. Por su talante, hace pensar que fue una mujer conservadora, pero no comprometida políticamente. En sus últimos años decide utilizar solo una parte de su vivienda, reflejando su austeridad hasta en su forma de vestir. Ocho años antes de su defunción, el 4 de enero de 1979, deja testamento ológrafo, señalando dónde debían reposar sus restos y los de su familia. En lo relativo a sus bienes, cuidando el más mínimo detalle que reflejase sus ideales de vida, le llevó a crear una fundación a la advocación de San Fernando Rey de España y San Francisco de Asís, confiando su administración al Rector de la Universidad, al Presidente de la Audiencia provincial, al Presidente de la Diputación y al Gobernador civil.
Esta situación permitió al Ayuntamiento de Nigüelas, hacerse cargo por expropiación, en 1992, de un molino de aceite, que se cree podría ser el más antiguo de España, hoy centro de interpretación llamado Almazara la Erilla, además de un palacio del siglo XVI y sus jardines, para ubicar su casa consistorial una vez restaurado.
Esta casa de arquitectura nobiliaria conserva su estructura de origen como vivienda palaciega granadina de estilo mudéjar. Tras un portón con frontil, cruzamos un amplio patio adoquinado con algunas piedras de molino, que da paso a dependencias de uso agrícola y a la entrada propia de la vivienda, en cuyo pórtico de estilo renacentista, destaca un balcón coronado por el escudo de armas de los marqueses de Astorga.
Pasando al zaguán hay tinajas embutidas en el suelo, abriéndose al visitante un patio central, donde destaca una fuente granadina rodeada de geranios, y en su entorno, una galería de madera sobre columnas de mármol de Sierra Elvira, en cuyos soportales encontramos las dependencias de la planta baja y la escalera que da acceso al piso superior, el cual alberga diferentes oficinas y despachos municipales, distribuidas a través del corredor de la galería.
Volviendo al patio central, en su cara sur, está el acceso al Jardín Romántico. En este tuve la suerte de ser guiado por el incomparable cicerone nigüeleño Adrián Lizancos, que compartió conmigo la historia de sus rincones, mientras charlaban nuestras esposas Mari Trini y Ángeles. Paseando entre los setos, yo que soy de hora digital, en este lugar no existían los minutos. Hechizado, fui transportado a otra época. Pienso, que por esto en la esquina de la balconada posterior de la casa, ubicaron un reloj de sol en 1730 para regir el tiempo, y así disfrutar sin prisas del entorno y dejarte imbuir en el movimiento ‘slow’ que destila gota a gota este mágico lugar y este pueblo.


Entre las sombras de gigantes llamados: Magnolio, Castaño, Acacia y Madroño, vigilados por ‘La vieja encina’, encontramos fuentes, que salpican al ambiente su relajante sonido del agua. Acompañándoles dos arbustos de origen, un Arrayán y un árbol de Júpiter o Lila de las Indias, que dada su senectud se han convertido en árboles de tronco tortuoso y arrugado. En un nivel inferior, dando amplitud a la mirada, se abre un nuevo jardín, que según Adrián fue creado en 2014, con una gama de verdes, entremezclando espacios de agua, con setos de boj, arrayanes, palmeras Washingtonias, y una alargada pérgola con enredaderas, donde se integra el auditorio dedicado a Don Serafín Hervás Robles, impulsor de la cultura musical, tan arraigada en este pueblo.
Les recomiendo deleitarse con esta joya, que encontrarán inmersa en el centro de nuestra comarca, siempre informándose de los horarios de visitas, ya que por la situación sanitaria pueden estar restringidas.
Paseando ya por las calles del pueblo con mis acompañantes, pude descubrir espacios y callejuelas, cada una con su carga de memoria. Por lo que sin duda en alguno de nuestros números, intentaré narrarlas para que puedan acompañarme mientras las recorro.