¿Cómo llega a Nigüelas un luthier como tú?
Mi caso tiene que ver con mi profesión, estudié confección de guitarra clásica y cuando acabé los estudios tenía muy claro venir a Granada y trabajar en un taller, aunque en realidad quería ser un aprendiz, pero eso es casi imposible ya. Así que directamente monté un taller, durante los estudios trabajé con un guitarrero en La Herradura, probé la vida andaluza y me enamoré. Durante el último año en Amberes, ahorre dinero para venir aquí y buscar un sitio específico donde asentarme.
¿Por qué en Nigüelas?
Conocí el pueblo de niño, cuando tenía 10 u 11 años, más o menos por casualidad, viajando con mis padres por toda Andalucía. Cuando vine a Granada me acordé de él, y ya que estaba buscando un pueblo bonito donde no hubiera otro guitarrero, decidí quedarme aquí. No hay muchos pueblos como los del Valle, que tienen tanto encanto, tanta accesibilidad, una situación tan interesante.
¿Qué más te gustó del Valle de Lecrín?
Me enamoró la música, porque la gente de aquí es muy musical, y también la montaña, la vida andaluza. Es una zona muy bonita, al lado de la montaña y cerca de todo. Me encanta que haya tantos músicos, de flamenco, de clásico, de rock…
¿La afición por la música es algo que has heredado de tu familia?
Los dos hermanos de mi madre tocaban blues en Bélgica, como aficionados, aunque uno de ellos se mudó a Barcelona y toca rumba. De él he aprendido mucho, mi tío Frank ha sido una gran inspiración musical. Me compré una guitarra española que intenté tocar durante años. Yo empecé por el blues, pop y luego ya el flamenco.
Si no fueras luthier ¿A qué te dedicarías?
Nunca lo he pensado, pero sé que no me gustaría vivir en Bélgica, es probable que estaría aquí y me dedicara a otra cosa como carpintero o músico. Hay una parte de mi a la que le hubiera encantado ser músico, dedicar mi vida entera a la música.
¿Qué te llevarías de aquí a Bélgica?
Muchas cosas, la actitud de la mayoría de la gente, que es abierta, puedes hablar con las personas en la calle, si vas sólo a un bar, empiezas a hablar con todo el mundo, o saludarse en la calle.
Has hecho de tu pasión tu profesión ¿Qué sientes cuando haces una guitarra?
Es como una vocación, paso todos los días aquí y nunca me aburro, siento paz. Hace ocho años que hice mi primera guitarra y desde ese día no he dejado de trabajar. Hoy tengo clientes de todas partes, de Nigüelas, Acequias, pero también hay algunas guitarras mías en Madrid, en Nueva York, Dinamarca o en Bélgica. También hago restauración y arreglos de gente de aquí.
Además de la guitarra clásica, te dedicas a hacer otras cosas.
Lo principal es la guitarra flamenca y clásica, pero también he hecho alguna guitarra romántica. También hago cajones flamencos y he montado guitarras eléctricas que no son tan complicadas de hacer como las flamencas.
¿Cómo les explicas a tus familiares de Bélgica el flamenco y por qué vives aquí?
Es difícil porque en Bélgica se escucha flamenco aunque no es una música popular naturalmente, es una música que no entiendes hasta que la sientes o hasta que no estás metido en ella. Por otro lado, es muy fácil explicar la vida aquí. Hay sol y la gente está bastante más alegre que en Bélgica. Aquí no hace falta mucho para sobrevivir, el mar, Granada…
