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“Estamos como en casa pero con sol”

Rosan y Liz Kremers son dos hermanas nacidas en Países Bajos en un pueblo llamado Mill, que traducido al español significa molino. Nunca imaginaron que años después también un molino, el de la Alquería de los Lentos, las volvería a juntar para estar más unidas que nunca. Aquí Rosan regenta junto a su marido Cristoph el restaurante y el hotel, mientras que ayuda también a Liz a la fabricación de jabones, su propia cerveza artesanal (Lento Lento) y un aceite de oliva que ha sido premiado como uno de los mejores de su categoría

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Rosan y Liz Kremers en la Alquería de los Lentos (Nigüelas)

¿Cómo llegásteis al Valle de Lecrín? 

Rosan. Eso es algo que empieza con Cristoph, él trabajó en Granada con la obra de Kinépolis, y como le gustó tanto la provincia de Granada se compró una casa en Nigüelas. Después siguió viajando y nos conocimos en Perú, en un pueblo de los Andes. En 2012 empezó nuestras historia de amor, veníamos de vez en cuando a Nigüelas porque teníamos la casa aquí y me encantaba la zona, también lo cerca que estaba todo, de Granada, la montaña, la costa, y la idea siempre era venir por aquí, cuando tuviéramos hijos porque no me podía imaginar un lugar más bonito para crecer. También hay de todo, escuela con clases pequeñas, muy cerca, hay atención personal y bares, hay vida, buena vida, el clima es maravilloso, mucho mejor que en Países Bajos. La cuestión es que no teníamos nada para hacer porque yo soy terapeuta y Cristoph es ingeniero, pero vimos que la Alquería estaba en venta y así empezó toda la historia. 

Liz. Estaba trabajando en Países Bajos, pero con el Covid todo se complicó porque no tenía trabajo, no podía pagar mi renta y mi hermana me ofreció venir un mes, para relajarme, echarle una mano… pero ya no he vuelto a Holanda, llevo aquí un año y es genial. 

Aquí habéis empezado a fabricar cerveza, jabones, aceites…

Rosan. Tenemos una huerta, un invernadero, lavanda que utilizamos para el jabón y como ambientador para las habitaciones del hotel. También hacemos cerveza artesanal, Lento Lento, y nuestro aceite, por el que hemos ganado un premio de los mejores aceites de Andalucía. 

¿Cómo le explicáis a vuestros padres por qué habéis terminado las dos aquí?

Rosan. Lo entienden porque siempre hemos viajado con ellos por Europa. A ellos le gusta mucho viajar y a nosotros también. Además, vienen aquí cada vez que pueden para estar con sus nietos y les gusta mucho la vida aquí también. 

Liz. Mi padre siempre dice que cuando se jubile quiere vivir en un país con más sol y Países Bajos es muy frío. Este es también el sueño de nuestro padre. Se nota la diferencia cuando tienes sol cada día, algo que es muy bueno para el cuerpo y la mente. Ellos también viven en un pueblo pequeño y les gusta mucho venir por aquí a conocer este pueblo y a la gente. 

Algo de Países Bajos que os gustaría traeros, que echéis de menos. 

Rosan. Nada, porque a mi me gusta ser parte de la zona. No somos españoles pero me gusta integrarme. Lo que sí que nos traemos es cerveza belga, los Moules frites, que son mejillones con patatas fritas… aunque lo que veo que falta aquí es conciliación, hay falta de igualdad entre hombres y mujeres, no hay una posibilidad real, y los niños siguen viendo que sus madres siempre están con ellos y los padres siempre están trabajando. 

¿Qué palabra utilizais para contarle a alguien qué es el Valle de Lecrín?

Rosan. Lo que siempre decimos en la Alquería de los Lentos es que este es un lugar para tomar un tiempo, para conectar pero también para desconectar. En el Valle de Lecrín hay rutas, hay gastronomía, hay vino, es como un viaje tranquilo, donde puedes desconectar y luego desconectar. El slogan que tenemos es Donde el tiempo encuentra su espacio, es algo que podemos utilizar para toda la comarca. 

¿Qué es lo que más os atrajo de esta zona?

Liz. Sin duda la tranquilidad y el contacto con la naturaleza. En Países Bajos estamos desconectados de la naturaleza, aquí tenemos montañas, allí solo hay piedras y muchas ciudades. Hay cosas que aquí son muy fáciles, cómo comer higos en un camino. Me siento totalmente conectada con la naturaleza, siento en mi cuerpo más tranquilidad, el paso de las estaciones y su movimiento. 

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