¿En qué momento crees que se encuentra el colectivo LGBTQIA+?
Es una pregunta compleja, si hablamos de España, y más concretamente de Andalucía, podríamos decir que es un “buen” momento (y lo pongo entre comillas) para las personas LGBTQIA+. La sociedad ha aceptado mayoritariamente la diversidad sexual y de género, tenemos leyes que no solo nos amparan y defienden, sino que promueven la visibilidad de la diversidad, cada vez hay más referentes que sirven a las personas más jóvenes, se habla de orientaciones e identidades no normativas en los centros educativos y cada vez con más normalidad. Hasta aquí, el “vaso medio lleno», sin embargo, estamos asistiendo con perplejidad al resurgir de discursos que creíamos enterrados hace décadas, estereotipos denigrantes que algunas personas e incluso partidos políticos vuelven a resucitar, con un odio desmesurado que asusta, y peor aún, hay un repunte visible en las agresiones hacia personas de estos colectivos, que hasta se llegan a justificar de manera intolerable. Es muy preocupante. Y ya si hablamos a nivel mundial, en una inmensa mayoría de países las personas LGBTQIA+ siguen siendo el último escalón de la sociedad. No solamente no tienen derechos, sino que penas de cárcel e incluso de muerte son, por desgracia, la tónica habitual. E igualmente preocupante es que, en Europa, en nuestra «civilizada” Europa, estas ideologías reaccionarias han llegado a imponerse en gobiernos elegidos democráticamente; en Polonia o Hungría, por ejemplo, hay pueblos “orgullosos» de que en su territorio están prohibidas las personas LGBTQIA+, muy preocupante.
¿Consideras que la sociedad actual tiene asimilado el mensaje de respeto y tolerancia ante la diversidad sexual?
Como dije antes, pienso que una mayoría social ha interiorizado el respeto como un valor indispensable. La palabra «tolerancia» no me gusta, parece dar a entender que se acepta algo, pero a regañadientes prefiero «aceptación”. Y quiero pensar que sí, que en nuestro entorno cercano es así. Pero, repito, las personas “odiadoras” cada vez se sienten más cómodas proclamando sus barbaridades en público y en voz alta. Las redes sociales se han convertido en un vertedero de puro odio, en donde cualquiera desde el anonimato puede arruinar la vida a un chico gay, una chica lesbiana, o bi, o trans, o no binaria, otra vez lo mismo, el vaso medio lleno.
¿Queda mucho camino queda por recorrer?
Es cierto que, si miramos al pasado, el camino que hemos recorrido es enorme, pongamos por ejemplo España hace 40 o 50 años era completamente impensable que alguien proclamase abiertamente su homosexualidad o bisexualidad, ni siquiera a los artistas con una imagen ambigua se les permitía decirlo abiertamente. Y ya no digamos las personas trans, estaban condenadas a la prostitución por sistema, o a ocultarse tras una vida de infelicidad. Todos estos avances hay que agradecérselos a quienes fueron pioneras y pioneros, que arriesgaron e incluso perdieron sus derechos, sus libertades y sus vidas por poder ser y amar como se sentían.
Sí, hemos avanzado considerablemente. Pero sigue quedando mucho camino por delante, aún se rechaza a las personas trans, que sufren una tasa de desempleo cercana al 90%. Un chico o una chica con “pluma” siguen siendo objeto de burla y sufren rechazo a la hora de optar a un empleo. La palabra estrella de los insultos en los patios de los centros escolares sigue siendo “maricón», a pesar de las charlas y talleres que impartimos en colegios e institutos. Y como decía en la pregunta anterior, vemos un muy preocupante incremento de las agresiones por LGBTIfobia.
¿Cuáles serían los pasos que habría que seguir dando para llegar a una igualdad real?
Pues mira, como docente que soy, te diría que lo principal se resume en educación, educación y educación. Pero no solamente en las aulas, las familias son el componente fundamental en la educación de las personas, por mucho que les hablemos en clase de igualdad y diversidad, si en casa las familias siguen haciendo bromas o comentarios crueles sobre gays, lesbianas, bisexuales, trans, intersexuales, todo ello cae en saco roto. Y por supuesto, legislación, precisamos leyes que no dejen a la opinión de cada cual si nos respeta o nos agrede. El respeto no es una opción, la homofobia, bifobia, transfobia, no son opiniones, son actitudes y comportamientos de odio y necesitamos leyes contra ese odio. Por poner ejemplos en otros contextos, el racismo, el machismo, la xenofobia, no son opiniones, es odio. Pues igual pasa con la LGBTIfobia no se puede permitir que discriminar a alguien por ser como es sea “opcional». Pero claro, por muchas y buenas leyes que tengamos, si luego no las aplicamos, se quedan en papel mojado y una ley no es nada si la sociedad no cree en ella.
¿Qué le dirías a quien no entiende o incluso se opone a la celebración del Día del Orgullo?
Le diría que muy probablemente perdón, que, con toda seguridad, en su familia o entorno cercano seguro que hay varias personas con alguna de las “letritas» de la diversidad, LGBTQIA+ que, igual que los seguidores de un equipo de fútbol sienten orgullo por sus colores, o los habitantes de un pueblo o región presumen de su tierra, las personas diversas estamos orgullosas de ser como somos, y queremos hacerlo público. Que no queremos ni podemos conformarnos con “llevarlo en silencio» o «discretamente» como si fuese una enfermedad o una maldición, que somos como somos y ello no solamente no es malo, sino que es lo más natural del mundo, la propia Naturaleza apuesta por la diversidad en todas sus formas, y los seres humanos formamos parte de ella, así que, fuera miedos, fuera estigmas, fuera complejos fuera del armario hace mucho más fresquito que dentro.
¿Te has sentido discriminada por tu orientación sexual?
Bueno, yo soy una persona trans y también bisexual. Por mi bisexualidad lo que he sentido principalmente es falta de credibilidad, aún quedan quienes dicen que “no lo tienes claro» o lo de «vicio» y cosas por el estilo. Por ser trans sí que he sentido innumerables faltas de respeto, la mayoría llamándome en masculino. Quiero pensar que la mayoría de estos comportamientos se producen sin malicia, por ignorancia o descuido, eso se nota, y se disculpa. Cuando te ofenden o te hablan en masculino una vez, es como si te pinchasen con un alfiler, duele, pero se soporta. El problema es que cuando sucede veinte veces el mismo día, acaba haciendo herida. Es cierto que yo no he sufrido agresiones graves, quizá por ser profesora y ocupar un puesto “respetable» en la sociedad (con todo lo discutible de “respetable”). Lo que sí me preocupa es que observo últimamente un preocupante incremento de ofensas con malicia (repito, se nota fácilmente), no solo provenientes de adultos sino incluso (ocasionalmente, eso sí) desde el alumnado. Hace algunos años esto no pasaba apenas, y repito, es muy preocupante.
¿El vivir en un pueblo dificulta el poder sentirse libre para expresar tu opción sexual?
Rotundamente, sí. Históricamente, las personas LGBTI+ han huido a las ciudades para poder pasar desapercibidas y vivir con algo más de libertad, y cuanto más grandes las ciudades, mejor. Esto no quiere decir en absoluto que las personas de los pueblos sean más o menos LGBTIfóbicas (hay de todo en todas partes), sino que en la gran ciudad es más fácil vivir una vida anónima donde nadie, o casi nadie, te conozca. También depende mucho del tamaño, localización, comunicaciones, etc, que tenga ese pueblo, no tiene nada que ver vivir en Padul, por ejemplo, que está a quince minutos de la capital, con un cierto tamaño y actividad social y cultural que tener que sobrevivir en una aldea de 500 habitantes en la llamada “España vaciada”, ni punto de comparación.