¿De dónde parte y cómo surge la propuesta de la candidatura a Patrimonio Mundial de “Los paisajes del olivar en Andalucía” a la UNESCO?
Habría que remontarse al año 2008. Fue entonces cuando tuvo lugar un primer intento impulsado también por la Diputación de Jaén, a raíz de los Simposios Científico-Técnicos que se venían celebrando en Expoliva, o el primer Congreso de Cultura del Olivo celebrado en Jaén en 2005. Sin embargo, en aquel momento no se vio adecuada la tramitación de un expediente para optar a esta declaración.
La propuesta de esta candidatura viene precedida por muchas iniciativas relacionadas con el paisaje del olivar y la olivicultura realizadas desde Andalucía y, particularmente, por la Diputación Provincial de Jaén. La Ley del Olivar de Andalucía de 2011, o el Plan Nacional de Paisaje Cultural que en 2012-2013 desarrolló un trabajo de investigación cuyo resultado se tradujo en la Guía metodológica para la puesta en marcha de una caracterización tipológica de los paisajes del olivo en España, son solo dos apuntes que reflejan una hoja de ruta que nos conducía a la elaboración y presentación de esta candidatura.
Finalmente, en septiembre de 2014 se constituyó la comisión técnica con representantes del Comité Andaluz de Agricultura Ecológica (CAAE); la Fundación Guillén; la Universidad de Jaén; la Consejería de Educación y Cultura; la Delegación Territorial de Educación y Cultura; la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural; el Instituto de Estudios Giennenses; y la Diputación de Jaén, a la que posteriormente se sumarían las organizaciones agrarias o las universidades andaluzas.
¿Cuáles son los pasos que se han desarrollado hasta ahora en ese sentido?
Desde un primer momento se dieron pasos en varios sentidos. Por un lado, se ha trabajado en la elaboración y redacción del expediente para contar con la mejor candidatura posible. Por otro lado, y de forma paralela, se ha buscado el respaldo e implicación de la sociedad, desde los propios olivareros hasta las instituciones y entidades locales y regionales, adhesiones que dan fuerza a una iniciativa que necesita contar con el apoyo de todos los agentes implicados.
También se ha incidido en la faceta investigadora con la organización de congresos y seminarios como el celebrado en Baeza en 2016 bajo el título “Caracterización y valores del paisaje del olivar de Andalucía”.
Entre los hitos de este periodo y camino recorrido, podemos recordar la inclusión de la candidatura en la lista indicativa de los bienes Patrimonio Mundial de España, en octubre 2016; la publicación en 2017 en la web de la UNESCO en la lista indicativa de España; la primera evaluación del comité técnico en 2018 o la redacción del expediente y las claves de reformulación en 2020.
En este sentido, quiero agradecer a todo el equipo técnico por la entrega, la capacidad de trabajo, la intensidad y calidad de las reflexiones y la generosidad en su dedicación. Gracias a todo este trabajo, se ha puesto de manifiesto un verdadero corpus de conocimiento alrededor del cultural olivarero y todo un sistema patrimonial de relaciones de una enorme entidad.
¿A qué se ha debido el cambio en la hoja de ruta prevista en relación al calendario de presentación de la candidatura?
Las prisas nunca son buenas consejeras y menos en procesos como este. Cuando el año pasado entregamos el expediente de la candidatura para su supervisión por expertos internacionales y del Ministerio de Cultura, nos recomendaron reforzarlo en diferentes aspectos.
Esta candidatura es especialmente compleja por su carácter innovador, pues se trata de un paisaje cultural de base agrícola, productivo y vivo, en el que se han seleccionado 21 componentes dentro de diez zonas distribuidas en seis provincias, con una enorme diversidad patrimonial, una gran amplitud territorial y una rica variedad de paisajes y elementos patrimoniales, por lo que conjugar todo esto ajustado a los requerimientos de la UNESCO no es una tarea sencilla. Además, es frecuente que en los procesos de estas candidaturas tan complejas se adopten este tipo de decisiones para reforzarlas. Así ocurrió, por ejemplo, con la candidatura de las ciudades de Úbeda y Baeza, o ha ocurrido recientemente con la candidatura de la Cultura Talayótica.
El Paisaje del Olivar del Valle de Lecrín, Patrimonio de la Humanidad
España es uno de los países que más bienes tienen inscritos en la lista y las exigencias a nuestro país son muy altas, ¿en su opinión cuáles son las opciones reales de la candidatura?
Cuando fue aprobada por unanimidad del Consejo de Patrimonio Histórico Español en abril de 2021 pasando a ser la candidatura de España a Patrimonio Mundial de la UNESCO, se consideró que se trataba de un expediente adecuado y completo, que justifica una candidatura de enorme valor y mucha fuerza patrimonial. Insisto en su complejidad, por su carácter novedoso, por la dimensión territorial y la amplitud patrimonial, y porque estamos hablando de un cultivo productivo y dinámico.
El propio informe sobre nuestra candidatura avalado por el grupo de trabajo sobre Patrimonio Mundial del Ministerio de Cultura señala que el paisaje del olivar es merecedor de una candidatura y de una muy posible inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial. Se trata de un paisaje cultural paradigmático, que integra perfectamente lo material y lo inmaterial. Este mismo informe señala que es una magnífica candidatura con indudables posibilidades de conseguir la inscripción, algo que viene a ratificar lo que pensamos en la Diputación de Jaén y que nos ha motivado para impulsar este ambicioso reto de lograr que el mar de olivos sea reconocido como Paisaje Cultural Patrimonio Mundial. Su valor universal excepcional es evidente y esta declaración permitirá identificar, proteger, conservar y transmitir a generaciones futuras un patrimonio cultural y natural que, no por sernos cotidianos, deja de ser único y extraordinario.
No existen paisajes olivareros en la lista del Patrimonio Mundial a pesar de la importancia de este cultivo y de su enorme importancia cultural como referencia de la mediterraneidad y su consideración del olivo, su fruto y el aceite como elementos sagrados desde la antigüedad, incluyendo a las tres religiones monoteístas del Mediterráneo.
En Andalucía se concreta la historia de una especialización olivarera sin parangón en el mundo y los componentes de este expediente así lo manifiestan, haciéndolo tangible en sus valores culturales, su continuidad en el tiempo y en su permanencia como cultivo productivo y vivo que da sustento a miles de familias de nuestra tierra y que hay que mantener y asegurar para el futuro apoyado en las bases de la sostenibilidad.