//

El alcalde que daba su vida a cambio de la de sus vecinos

Miguel Martín, primer edil de Murchas durante la Guerra Civil, evitó que los camiones entraran al pueblo para llevarse a los vencidos de la contienda

minutos de lectura

La Guerra Civil Española fue un conflicto bélico que durante tres años (1936-1939) enfrentó al bando republicano y al bando nacional, y cuyo resultado provocó centenares de miles de muertes en ambos bandos. Pero cuando, una vez acabada la guerra, los integrantes del bando nacional entraban en los pueblos con sus camiones para llevarse presos a quienes se creía que eran del otro bando (el republicano), las escenas que allí se vivían eran dantescas. Padres, hijos, hermanos… separados forzosamente de sus familias para después, en la mayoría de los casos, ser asesinados y/o desaparecidos.

Pero en el municipio de Murchas (Lecrín) ocurrió algo completamente diferente. Por aquel entonces era alcalde nuestro protagonista,  Miguel Martín Jiménez, conocido como ‘Miguel Cañón’, quien se ponía a la entrada del pueblo cada vez que venían los del bando nacional, impidiendo que entraran y exponiendo su vida a cambio de la de sus vecinos. “Aquí no entra nadie ni se mata a ningún vecino, y si se mata a alguien el primero tengo que ser yo”, más o menos esas debieron ser sus palabras, el caso es que a raíz de aquello en el pueblo no hubo ningún muerto por represalias durante la Guerra Civil ni después de ella.

Miguel fue un hombre que tampoco distinguía entre bandos ni ideologías. Su nieto, Antonio Martín, nos cuenta que “mi abuelo, que en la guerra pertenecía al bando nacionalista, se tomaba sus vinos por la mañana, a mediodía y por la noche, y lo hacía con sus dos o tres buenos amigos que casualmente eran republicanos”.  

Aunque durante la contienda, añade, “mientras los republicanos estaban avanzando por Granada, en el pueblo los del mismo bando cogieron a mi abuelo y lo amenazaron de muerte”. Pero a pesar de ello Miguel nunca tomó represalias contra ellos, “cuando acabó la guerra mi abuelo cogió a los mismos republicanos que lo amenazaron y los retuvo en una casa para, lejos de entregarlos, resguardarlos de los nacionales mientras él se iba a trabajar a Motril”.

Para evitar la entrada de los nacionales al pueblo, el entonces alcalde  mandó un documento fechado en febrero de 1941 y dirigido al Fiscal Instructor de la Causa General, en el que afirmaba que en el pueblo no habitaba ningún republicano, o dicho de otra manera según puede leerse en el mencionado escrito “este pueblo fue siempre zona nacional”. No obstante Miguel, no fiándose de ello, decidió instalarse en la primera casa que había a la entrada al pueblo, donde estuvo viviendo durante meses hasta que se presentaron en Murchas los nacionales con los camiones a por los republicanos que aparecían en las listas que ellos portaban. Y ahí fue cuando el alcalde se enfrentó a quienes precisamente eran de su mismo bando para reiterarles que “aquí no hay ningún republicano y si tenéis que llevaros a alguien el primero soy yo” relata orgulloso su nieto Antonio.

Y es que la historia ha hecho justicia con Miguel porque en este pueblo fue, es y seguirá siendo un hombre querido y recordado. Precisamente en el colegio de Talará, otro de los anejos de Lecrín, están llevando a cabo un proyecto sobre personas ilustres del Valle de Lecrín y, evidentemente Miguel es uno de ellos. En el cartel que los niños y niñas del centro se han llevado a casa para trabajarlo se puede leer: “Miguel, conocido como ‘Miguel Cañón, durante la Guerra Civil fue alcalde de Murchas. Cuando venían al pueblo con un camión, gente de derechas para llevarse a los vecinos que traían en la lista porque eran de izquierdas, les decía que primero tendrían que llevárselo a él. Gracias a Miguel no hubo muertes ni desaparecidos en Murchas. Un gran hombre siempre recordado y admirado por todos sus vecinos y las generaciones posteriores.”

«Mi abuelo era muy adelantado para su época», asegura su nieto, que también añade otra de sus virtudes, “tenía muy buena letra, de caligrafía perfecta”. En Murchas y pueblos colindantes se sigue recordando a quien no le importaba dar su vida a cambio de la de sus vecinos sin importar la ideología, un hecho que sigue perdurando en la memoria sobre todo de su orgullosa familia, la misma que pretende “que se le reconozca algún día, por qué no, poniéndole, por ejemplo, una calle a su nombre”.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Lo último

0 0.00