El pasado sábado Chite acogió el acto de clausura de la octava edición de la Residencia Artística José Guerrero. Numerosos vecinos y vecinas, junto a público procedente de distintos pueblos de la comarca, admiraron la obra de José Casas, inspirada en los elementos de la arquitectura del Valle de Lecrín y se sentaron en una gran mesa performance realizada por Irene Fernández.
“Fue muy emocionante, la residencia de José Guerrero se convirtió por unas horas en la casa de todos los visitantes a través de la magia de las obras de los dos artistas, que una vez más han cautivado y transmitido el interés y las emociones que un día cautivaron también a nuestro artista internacional José Guerrero”, así describe Pilar Soto, una de las directoras del proyecto el acto de clausura.
Soto quiso dar las gracias, al comienzo del acto, a las instituciones y a las personas que han hecho posible la Residencia “quiero agradecer, una edición más, al ayuntamiento de Lecrín y a todas las personas y vecinos que han colaborado para que este sueño se haga realidad, así como a la Diputación de Granada y a las facultades de Educación y Bellas Artes de la Universidad de Granada por el respaldo. Hemos tenido el lujazo de tener aquí a dos grandes artistas impresionantes a nivel nacional e internacional que también son dos grandes personas. Un año más las vecinas y vecinos de Chite y del resto de pueblos del Valle de Lecrín, les han abierto las puertas de sus casas y de sus corazones formando parte del proceso creativo de las obras de los participantes en la Residencia José Guerrero.”.
Para devolver todo este cariño y hacer partícipe al público del resultado del proceso creativo, tras la visita guiada realizada por Jose Casas en el interior del inmueble mostrando su obra, tuvo lugar una cena colectiva con platos elaborados por los vecinos y vecinas con productos de sus jardines y sus huertos.
Ambos artistas explicaron como la relación y el diálogo con el paisaje y con las personas han sido claves para el desarrollo de su obra “me he fijado en cómo se construía antes y cómo se construye ahora y me he ido dando cuenta de cómo muchas impresiones se relacionan con el medio, la vegetación y la agricultura. Cómo conviven con la vida de la gente y como la arquitectura, deja de ser una estructura que tenemos esquemática en la cabeza para dar paso a un elemento de convivencia y generativo, algo orgánico que se asoma a la vida cotidiana, como, por ejemplo, la sombra que produce una parra o el hueco que se hace en una cueva”, comentaba Jose.
Por su parte Irene aseguraba estar muy contenta con el resultado de los quince días de estancia y acogida en Chite, en el Valle de la Alegría, “he estado hablando con la gente, con cocineras jardineros e interpretando las plantas, empapándome de vuestra cultura y vuestros ritos. Yo quería proponer la mesa que para mí es un ritual ancestral una performance, una estructura social, un encuentro colectivo en el que todos los vecinos venimos a compartir. Todo el mundo se ha volcado, aportando sus platos elaborados con productos de los jardines y los huertos, poniendo de manifiesto que el arte es algo curativo la magia del arte desde la cocina”, aseguraba Irene.
Una cena colectiva cargada de originalidad y verdad fue el broche ideal para una velada cargada de creatividad y arte contemporáneo compartido en el Valle de la Alegría.