Estela Blach, de 36 años y madre de una niña, es una de las últimas víctimas mortales confirmada de violencia de género de este 2024, asesinada por su expareja el pasado 8 de noviembre. Este pasado domingo 24 de noviembre, la Guardia Civil ha detenido a un chico de 17 años como presunto autor del asesinato de su expareja, una adolescente de 15 años, siendo esta la víctima mortal de violencia de género más reciente. En lo que va de año, el número total de mujeres asesinadas por otros hombres, tanto parejas como exparejas, asciende a un total de 42, según fuentes del Ministerio de Igualdad.
El pasado año 2023, en estas fechas, el número de mujeres asesinadas se encontraba en torno a 55 confirmadas. A pesar de que este año el número sea inferior, en la actualidad, contamos con 101.008 casos activos de mujeres víctimas de violencia de género, según la plataforma VioGén, el Sistema de Seguimiento Integral de los casos de Violencia de Género del Ministerio del Interior.
Según estos datos, los casos registrados son un 22,2% más que el año anterior. Estela presentaba un riesgo medio y su presunto feminicida tenía una orden de alejamiento contra ella. Más de 1000 mujeres de estos casos están expuestas a un riesgo elevado de agresión y se teme por su vida. Pero no solo eso, sino que, con la hija de Estela, el número de huérfanos de la violencia de género en España se eleva a 30 en 2024, sumando 463 desde que se contabilizaron en 2013. Esto refleja cómo la Violencia de Género no solo afecta a las mujeres, sino también a los hijos e hijas. Se hace más evidente si tenemos en cuenta que, este año, 10 niñas y niños han sido asesinados por sus padres o parejas de sus madres.
El 25 de noviembre de cada año está establecido como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las mujeres y las niñas. Solamente con observar los casos de violencia de género en España, sin entrar en gran detalle, es evidente por qué es necesario un día como este, que promueva la visibilidad y la necesidad de combatir esta problemática, a la cual podríamos denominar como pandemia universal que, a diferencia del COVID-19, no alcanzamos a vislumbrar cuál fue su fecha de inicio y no parece que tenga fin.
El gran número de casos nos da también una información que debería ser evidente, pero que a veces pasa por alto: no es cosa de unos pocos, o de hombres que “no están bien de la cabeza”; es un problema estructural, arraigado en la cultura. 101.008 casos activos en la actualidad y más de 1200 mujeres asesinadas desde 2003 no son casos aislados. Estamos ante una problemática social y es necesario denominarla como tal para que exista la oportunidad de erradicarlo. Si ignoramos la realidad, estamos destinados a repetir una y otra vez los mismos errores y a jamás transformarla.
Desde la lucha contra la violencia de género, las medidas que más se conocen son aquellas principalmente destinadas tanto a la protección de la mujer como al control y reparación de daños. Medidas que recaen directamente sobre la figura de la mujer maltratada y de sus hijos e hijas. Pero estas medidas se establecen cuando hay presencia de violencia, tanto si está materializada como si solamente existe la sospecha. Además, aunque se establezca una medida de este tipo, muchas veces resultan insuficientes, como en el desafortunado caso de Estela. Si el problema tiene su base en la estructura social, las medidas deben ir destinadas a la sociedad en un conjunto. Es más, si los hombres son uno de los principales ejes de la violencia de género, las medidas no deben aplicarse solamente como castigo cuando ya han cometido el crimen, sino a modo preventivo, antes de que se cometa. Voy más allá; que ni siquiera exista la posibilidad de que se planteen hacer algo así. Paliar el daño no evita que suceda y, mucho menos, cuando una mujer ya ha sido asesinada.
Desde las instituciones que combaten la violencia de género ya se están tomando este tipo de medidas. La educación social representa la base de la que hay que partir. No se trata de decirle a las mujeres y a las niñas que tengan cuidado de algunos hombres; se trata de educar a los hombres en el respeto y en la igualdad hacia las mujeres. En lugar de enseñarle a las niñas que tengan cuidado con qué ropa se ponen y por dónde caminan, decirle a los niños que deben ser ellos quienes las respeten, ya que no existe ninguna excusa para agredir o aprovecharse de una mujer. Sí, es necesario hacer énfasis en el respeto a la figura de la mujer, no solo al respeto universal, puesto que hay que visibilizar que existe esa problemática para que sean realmente conscientes de lo que sucede y la estructura social pueda cambiar.
Este trabajo no es solo de las instituciones, como el gobierno o los centros educativos, sino que también es responsabilidad de todos nosotros. La de construir una comunidad segura para las mujeres, donde la violencia o incluso las bromas sobre la violencia no tengan lugar. Es necesario que todos y todas pasemos a la acción, condenemos activamente la violencia de género y luchemos todos y todas a una contra ella. Es necesario pasar del respaldo social que pueda tener un maltratador a la vergüenza que debería sufrir.