Con cuatro libros en su haber, Miguel Pasquau se ha hecho un hueco entre los autores más reconocibles del panorama local actual. También doctor en Derecho, es catedrático de Derecho Civil y magistrado en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Aún así, encuentra tiempo para escribir y para construir una historia, plasmada en Aunque todo se acabe, que discurre entre su Úbeda natal y un París de los años 70. Una época expectante e ilusionante para España, en la que Francia y París tuvieron mucho que decir, con sus miles de exiliados por la dictadura.
En esta realidad, Miguel Pasquau ha construido un relato en el que se mezclan personajes que derrochan misterio, pero también pasión, conciencia de clase y mucha complejidad. Una historia que desde hace meses está en las librerías y que el pasado lunes fue examinada a conciencia por el club de lectura Historias, amigas y café de Cozvíjar. Allí, el autor mantuvo una charla con una decena de asistentes, con un «grupo animado, consolidado, acostumbrado a hablar de libros y compartir experiencias de lectura, en un ambiente de naturalidad y confianza. Desde el primer momento nos pusimos unos y otros a hablar sin guion alguno, a borbotones, que es como hay que hablar de los libros. Sentí que los personajes de la novela estaban allí, atentos a lo que se decía de ellos, a cómo los habían percibido, cómo interpretaban lo que hicieron y lo que les pasó. Me impresionó que una historia que se fue formando poco a poco, con la que conviví durante tiempo hasta llegar a su versión definitiva, fuera ya una “experiencia” vivida por otros. Para decirlo más resumidamente, fue una tarde que no voy a olvidar».
Un encuentro que para el club de lectura Historias, amigas y café de Cozvíjar no es el primero ni el último. Sus integrantes organizan periódicamente encuentros con distintos autores para conocer mejor sus obras y el proceso de la escritura. Un ejercicio que los propios autores valoran muy positivamente. «Son la única manera que el autor tiene de percibir si de verdad lo que ha pretendido al escribir la novela ha tenido o no sentido. Es decir, si se trata de una historieta más, o si ha logrado provocar dudas, pensamientos, emociones. Empatía. Quien escribe una novela no puede juzgarla, es imposible. Necesita de la sinceridad de los demás. A mí me parece que los encuentros con un club de lectura son como llegar a la meta. Se cierra ese círculo prodigioso entre escritura y lectura. Porque leer, sin duda, es “reescribir”. La novela no es igual antes o después de que alguien la reciba, la lea y se entregue a ella durante un tiempo: cuando lo hace así, la cambia, le añade matices, enriquece a los personajes, pone de su parte. Y si el autor tiene el privilegio de enterarse de qué eco ha producido en personas a las que antes no conocía, entonces se completa el proceso. Porque escribir y leer es un acto comunicativo muy singular. Las novelas sirven para acercarnos, y desde aquella tarde yo tengo nuevos amigos y la novela es más novela. ¿Qué más se puede pedir?», sostiene Miguel Pasquau.
Para Águeda López, del club de lectura Historias, amigas y café de Cozvíjar, la cita también fue «muy enriquecedora; hacia tiempo que no compartiamos en nuestro club de lectura una tarde tan amena. Disfrute mucho con el intercambio de opiniones de las lectoras y lectores y me soprendió Miguel Pasquau cuando nos preguntó y se interesó por saber nuestra opinión sobre su novela. Por ejemplo, quería saber si le quitariamos algo, si al principio nos costo situarnos en la trama, si él como hombre había trasmitido bien los sentimientos de los persanajes femeninos». Además, desde el club recomendaron totalmente el libro. «Por unanimidad dijimos que sería un libro para leer en bachiller y que las generaciones jóvenes conozcan la historia de España de una forma amena y entretenida pues enlaza una historia de amor, con misterio y con hechos reales de nuestro pasado», asegura Águeda López.
Porque además de los hechos históricos, Aunque todo se acabe mezcla en su argumento conceptos como la conciencia de clase. «Dice Martín, el personaje principal de la novela, que la conciencia de clase es algo así como la memoria de tus muertos: tú puedes olvidarlos, pero ellos no te olvidan a ti, y se avergüenzan de ti si tú te avergüenzas de ellos. A él, la losa de un padre humillado le marcó la vida. Saber que los tuyos no tuvieron ni tiempo ni medios para ser libres, darse cuenta de que hay estructuras que empujan a unos para abajo y permiten a otros quedarse en lo alto sin tener ni siquiera que ocuparse de eso, te impide creer ingenuamente en el dogma de la meritocracia. Los hay que lo tienen más fácil y los hay que lo tienen más difícil con independencia de su mérito, eso es la conciencia de clase. Puede que la hayamos perdido un poco en esta sociedad decididamente individualista, pero volverá seguro, porque no se trata de una construcción ideológica sino de una realidad que condiciona las vidas», explica el autor del texto.