/

Frankenstein

Hoy os presentamos una historia original y muy diferente a lo que ha quedado reflejado sobre ella en el imaginario colectivo debido a su adaptación al cine

minutos de lectura

Hace un par de años que leí esta novela y recuerdo muy bien las sensaciones que experimenté sumergida en sus páginas, las reflexiones que me inspiró y cómo me asombró cuando descubrí su verdadero significado. La verdad es que tenía una idea muy distinta de lo que sería esta obra y reconozco que la comencé a leer con algunos prejuicios. Finalmente, puedo asegurar que se ha convertido en un clásico que recordaré toda la vida y que recomiendo leer sin lugar a dudas.

Mary Shelley concibió esta fascinante historia con tan solo diecisiete años, fruto de su imaginación prodigiosa y resultado de un reto que cambiaría el curso de su vida, y el de la literatura a nivel universal. Durante el verano de 1816, visitó Suiza junto a lord Byron, su marido Shelley y el célebre escritor Polidori. Tras aburrirse debido a las inclemencias del tiempo (bendita lluvia) decidieron, animados por Byron, escribir cada uno de ellos un relato de terror.

Así fue cómo la joven escritora dio vida a Frankenstein, y este, a su vez, a la criatura. El título completo de esta novela es “Frankenstein o el Moderno Prometeo”, ya que guarda relación con la tragedia clásica de Esquilo “Prometeo encadenado”. El tema principal de ambas obras está enfocado en el desafío que lanzan sus protagonistas a Dios y a la Naturaleza, lo cual les conducirá a toda una serie de fatalidades y desgracias.

La lectura es ágil, el estilo de la autora es fresco y su prosa hermosa y muy bien desarrollada. En mi caso, además del interés de la trama en sí, lo que más me conquistó fue la parte más filosófica. Una de las ideas principales que me gustaría destacar es la relacionada con la cuestión de si el hombre es malo o bueno por naturaleza. Recordé este tema y la polémica que enfrentaba las teorías de Hobbes y Maquiavelo, por un lado, que sostenían que “el hombre es malo por naturaleza”, y por otro lado, el planteamiento de Rousseau, que defendía que el ser humano es bueno y es la sociedad la que, en cierto modo, lo corrompe. Sea como fuere, lo cierto es que no debe ser nada fácil de gestionar el no sentirse querido y aceptado por los demás. De lo que estoy segura es de que, como dijo Aristóteles, “el hombre es un ser social por naturaleza”.

Frankenstein es, en definitiva, una narración simbólica, un auténtico mito a través del cual Mary Shelley pretendía hacer ver al lector los peligros de ser soberbio, egoísta y orgulloso, de creerse por encima del bien y del mal y de sobrepasar ciertos límites. La esencia de esta novela es, por tanto, el análisis que realiza de la cara más oscura de la condición humana.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Lo último

0 0.00