Con el paso de los años tendemos a refugiarnos, mentalmente, en la calidez de los momentos vividos durante los veranos de la infancia. Cubrimos nuestros días con la nostalgia de los recuerdos, y guardamos en un cajón todo aquello que nos evoca uno de esos días de largas tardes y horas de sol.
Tatiana Tîbuleac condensa la fuerza de su estilo en una novela breve pero intensa. “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” (2016), es un relato que nos sumerge en la mente de su protagonista, Aleksy. Este adolescente odia profundamente a su madre. Una madre que, debido a una trágica circunstancia, lo rechazó durante años. ¿Cómo enfrentar la falta de amor y la soledad más cruel en el propio hogar? Aleksey, convertido en un hombre marcado por su angustioso pasado, consigue expresar sus emociones y sanar las heridas a través del arte. Tras sufrir un bloqueo en su proceso creativo y animado por su psiquiatra, imprime en estas páginas el último verano que pasó con su madre. Un verano inolvidable en el que madre e hijo luchan por recuperar el tiempo perdido mientras esperan, resignados, el golpe final del destino.
Esta ágil lectura me ha producido varios nudos en la garganta debido a la crueldad de algunas escenas en las que las palabras son usadas como cuchillos que cortan el aire y despedazan el alma. No obstante, he de destacar la habilidad de la autora para combinar la dureza de ciertos fragmentos con instantes de luz y destellos esperanzadores que logran recomponer los pedazos en los que está descompuesto el mundo interior de los personajes.
Con una estructura singular que enlaza capítulos breves con otros en los que el simbolismo conjura con la poesía y la influencia de los ojos de la madre, Tatiana ha construido un libro que se devora y que dudo que pueda dejar a alguien indiferente.
Dicen que “los ojos son el espejo del alma”. Para Aleksy: “Los ojos de su madre eran sus historias no contadas” (Este es solo un ejemplo de los bellos paralelismos establecidos en relación a los ojos verdes que vertebran esta historia).
