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Oh, qué espléndida música

Una historia preciosa plagada de ternura y nostalgia para velar los momentos oscuros que eclipsan la realidad a lo largo de una vida

minutos de lectura

Dorothy Evelyn Smith encontró refugio en la escritura cuando trabajaba en el Ministerio de Guerra
y gran parte de sus obras fueron creadas mientras las bombas caían sin piedad, “al final de la
mesa de la cocina” —así fue como creó “Oh, qué espléndida música” (1943), una hermosa novela
de formación y un canto de vida a la inocencia—. ¡Cuánto me alegro de que este libro cayese en
mis manos! Lo hizo en el momento justo, cuando más lo necesitaba.
A lo largo de las páginas he conocido a Ruan Ashley, a través de cuya mirada he podido sentir la
agradable brisa de los páramos y escuchar la “música del tambor lejano”. Para mí, ese tambor
que marca el ritmo simboliza el inescrutable paso del tiempo. La primera incursión en el amor, la
amistad, la soledad y la desazón que deja a su paso la muerte; y el camino por la vida, tortuoso y
bello a la vez, toma un cariz especial y poético de la mano de la autora que da voz a la
protagonista.
Hay libros que escarban un poquito en nuestro interior para recordarnos que, a veces, es
necesario escudarse en el pasado para recordar quiénes somos y valorar la trayectoria recorrida.
Aunque no debemos olvidar que “el corazón guarda la piedra que cayó estrepitosa en el
estanque sereno, pero la mente no recuerda sino los círculos vacíos que se formaban en la
superficie y se extendían inexorables hasta alcanzar la orilla última del tiempo…”
Rescato ese último fragmento para mostrar el lirismo del estilo de Dorothy. Me ha parecido un
recorrido muy afectuoso y una lectura para dejarse invadir por la añoranza. Una experiencia muy
agradable que te contagia de la naturalidad y calidez de la autora, que te deja con una sonrisa en
los labios y que reafirma que “las palabras siempre han sido la sustancia misma de la vida”.

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