En un abrir y cerrar de ojos, tenían el fuego encima. Arturo Ortega cuenta, todavía con el miedo en el cuerpo, como el fuego que está arrasando el Valle de Lecrín casi quema por completo su cortijo. Hoy sobre la zona se pueden ver los árboles quemados que rodean el cortijo y el material y la maquinaria agrícola que han perdido como consecuencia del fuego.
En un principio lo veían lejos, pero «de repente empezó a prender todo», cuenta Arturo Ortega. «Antes de que se propagara el incendio en esta zona nos llamó la Guardia Civil para desalojar el cortijo, y mientras cogíamos las cosas y los animales, empezó a arder todo y cuando salíamos por la puerta casi nos coge el fuego», cuenta este joven.
Este lunes en este cortijo solo huele a quemado y la familia trabaja para volver a la normalidad lo antes posible y pasar página. Aunque «ha sido un susto, sobre todo por mis padres», cuenta Arturo.
La zona de matorral la Venta de la Cebada, pasto de las llamas